¿VOTO ÚTIL EN EL 2003?
Ignacio Pinacho
15 mayo de
2002
A raíz de la reunión sostenida entre militantes de izquierda y Jorge
Castañeda el pasado 27 de abril, al seno de la corriente del voto útil -que
contribuyó de manera definitiva en el triunfo de Vicente Fox- se ha desatado la
polémica de sí es viable, correcto o necesario apoyar la política exterior para
apuntalar los cambios internos. Este apoyo consistiría en coordinar esfuerzos
para lograr el próximo año (2003) una mayoría en la cámara baja, con la
finalidad de romper la parálisis y se desaten los cambios indispensables por
los que la ciudadanía votó el dos de julio de 2000.
Empero, empatar la dinámica de los cambios que se han generado en
política exterior con los de la política interna está cuesta arriba, por la
simple y sencilla razón que la política exterior no requiere elección de
diputados, pero además; internamente la correlación de fuerzas es equilibrada,
imponiéndose hasta el momento las fuerzas conservadoras. No obstante, estas desventajas internas no tienen
porqué limitar el activismo internacional indispensable para apalancar la
consolidación de la democracia en México. En esto no hay duda, el problema o el
debate se presenta a la hora de definir la estrategia rumbo al 2003.
Haber logrado una amplia alianza, formal y de facto, para sacar al PRI
de los Pinos fue verdaderamente exitoso, pero haber desperdiciado el capital
político del triunfo y dejar a la deriva la alianza -que se traducía en un
gobierno (léase gabinete) incluyente y de transición- fue de los graves errores
del presidente. Quienes considerábamos que el siguiente paso era ampliar la
alianza en dirección de los temas de la gran reforma del estado, fue pensando
en que no bastaba la salida del PRI de los Pinos. La izquierda del voto útil no fue
visionaria y a muchos de ella les fue suficiente tener un buen empleo y salario.
¿Es posible revertir la probable restauración priísta? ¿Cuál debe ser
el papel de los promotores del voto útil del 2000?. Quienes somos
demócratas de izquierda, no tiene porque sorprendernos la alternancia entre los
partidos, pues es legitimo y parte del juego democrático. Lo que nos debe
preocupar es el regreso del PRI sin antes haber alcanzado a desmantelar
sustancialmente el viejo régimen. En esto consiste la restauración. Por otro
lado, las viejas políticas populistas y clientelares del nacionalismo
revolucionario ganan terreno tanto en el PRI como en el PRD. Esta tendencia que
se presenta en algunos países de Latinoamérica es también una vuelta al pasado.
Entonces, el reto es doble.
Cabría preguntar también ¿Qué hace el PAN y el presidente Fox para
revertir ésta situación? Más allá del pemexgate y de la promoción de las
buenas acciones de gobierno, es indispensable pactar antes del 2003 una reforma
política sustancial que garantice un nuevo esquema de competencia y promueva a
nuevos liderazgos y actores del cambio, pero además, que se avance en sajar los
tentáculos de las mafias aún incrustadas en el gobierno federal y que están
operando seriamente por el regreso del priísmo.
Mientras tanto, las izquierdas promotoras del cambio tienen que hacer
confluir sus esfuerzos en una sola dirección: Definir los contenidos de los
cambios y reformas, así como conquistar espacios en el congreso. Explorar ésta
vía no sólo es deseable e indispensable,
sino se vuelve un paso obligado si pretendemos darle perspectiva y bases
a una nueva opción de izquierda. En consecuencia, la reconstrucción de la
coalición por el cambio inicia por nuestra propia reconstrucción. Implica, la
recuperación misma de nuestra identidad; para inmediatamente plantearnos la
posibilidad o no de una cohabitación -léase alianza- real entre las
diversas expresiones políticas e ideológicas que luchan por el cambio (del centro izquierda al centro
derecha) más allá del 2003, y si las condiciones políticas así lo marcan. En
toda transición los diálogos y pactos entre las más variadas fuerzas políticas
son indispensables, hacer lo contrario es apostarle al deterioro de toda
estabilidad y gobernabilidad.
Ahora bien, independientemente de las condiciones de competencia y de
los resultados de la jornada electoral del 2003, las izquierdas que buscan
incidir en el curso de los cambios están en serias desventajas: En el PRD son
minoría, las izquierdas que se expresan en los partidos emergentes están por
refrendar sus registros, y los que no están organizados en ninguna organización
política no pasan de ser un club. Y si ha esto le agregamos una ley electoral
restrictiva, el panorama para las elecciones intermedias es de incertidumbre.
Por el lado del PAN no es descubrir el hilo negro señalar que el foxismo
(reformismo) ahí está en franca minoría. En el PRI siguen imponiéndose las
tendencias conservadoras del viejo régimen.
Las resistencias al cambio son fuertes y la disputa que se ha iniciado
entre reformistas (promotores del cambio) y conservadores (restauradores) rumbo
al 2006, tendrá una de sus mejores batallas en las elecciones legislativas de
la cámara baja en el 2003. Prácticamente ésta elección será una plataforma de lanzamiento
para el fin de sexenio. Cada uno de los partidos que compitan tendrá el deber
de posesionarse ante la ciudadanía y demostrar su presencia en la república. Si
se acordara una reforma a la ley electoral que permitiera coaliciones parciales
o candidaturas comunes, en poco modificaría
sus resultados; lo que en todo caso podría suceder es que se
delimitarían los campos en disputa con mayor claridad.
La mejor utilidad de nuestro voto en la elección de diputados de 2003
es contribuir a que uno o dos referentes de izquierda logren su registro como
partido político. Además, recordemos que en esta elección no se enfrentarán dos
bloques claramente definidos como sucedió en el 2000. El voto se manifestará de
diversas formas: como voto de castigo, como voto de confianza, como voto para
brindar una nueva oportunidad o simplemente se abstendrá un buen porcentaje de
ciudadanos. En suma, los ciudadanos tendrán suficientes razones y opciones para
no polarizar los resultados. Los tres grandes partidos tendrán que convencer
más allá de los ciudadanos que representan su voto duro. Los partidos
emergentes tendrán que convencer sobre todo por sus ideas y propuestas, por lo
novedoso y atractivo de su imagen, dirigidos primordialmente hacia las nuevas
generaciones.
Finalmente, es pertinente señalar que estar de acuerdo con la política
exterior que impulsa el canciller Jorge castañeda, y que considero primordial
en la definición de una izquierda de carácter socialdemócrata, no implica la
conversión automática al foxismo, ni
mucho menos asumirse como los únicos portadores de la verdad
al viejo estilo staliniano. Nuestra tarea es convencer y convencer a más.
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