¿QUE IZQUIERDA?
La izquierda mexicana requiere
una puesta al día
que la conduzca por el camino de la socialdemocracia.
CARLOS FUENTES
El sueño de
arrebatarle el poder de la república al PRI finalmente se hizo realidad. No se
logró por el lado de la izquierda ni de la forma como nos lo imaginábamos hace
veinte o treinta años. No, fue de manera pacífica e institucional: 15, 988,740
votos ciudadanos fueron suficientes para sacar al PRI de los pinos el
dos de julio de 2000. Quienes hemos
militado siempre en las izquierdas y decidimos llamar a votar por Vicente Fox,
fue en el entendido que las condiciones
estaban dadas para terminar con el régimen de partido de estado y, en la
inteligencia que la alternancia abría un amplio espacio para la construcción de
un nuevo régimen político y la gestación de una nueva izquierda.
La derrota de la
izquierda representada en el PRD no puede explicarse sólo como consecuencia de
una pésima campaña y candidato, sino más bien como resultado de su historial
predemocrático; que asumió la bandera de la democracia más por necesidad que
por convicción, una izquierda anclada en el pasado, nacionalista y populista.
De manera muy acertada Ilán Semo lo explica así: Una izquierda con “una
historia dominada por la rigidez, el culto al líder, la obsesión ideológica y
la pontificación del pasado, que acabaron encapsulándola o marginándola de un
proceso de modernización política...”, que en lugar de optar por los “senderos
de la crítica”, particularmente después de la caída del socialismo real, y
“descifrar los nuevos paradigmas, abrazó inopinadamente el proceso de
restauración ideológica de lo que, incluso en el seno del propio priísmo, ya pertenecía
al mundo del anacronismo: un falible reencuentro con la combinación del
nacionalismo y la tradición de la revolución mexicana. Sus dos vértices
visibles fueron en esencia una vuelta actualizada al pasado: el (neo)
cardenismo y el (neo) zapatismo.”[1] Ante
los resultados adversos para la Alianza por México, un connotado perredista
poco autocrítico apuntó que, la izquierda durante años se dedicó a debilitar la
barda y cuando estaba a punto de caerse llegó Fox y la tiró; un gran amigo me
dice, con su ironía que lo caracteriza, que detrás de la barda estuvieron
durante muchos años Cuauhtémoc Cárdenas y Cía impidiendo que se cayera. Hay que
reconocerlo, la mayor consistencia y trayectoria democrática del PAN se impuso
y ha marcado la diferencia durante décadas.
Ahora bien, la
alternancia de un régimen autoritario por uno democrático, debe dar paso a la
alternancia entre partidos con definiciones programáticas e ideológicas bien
precisas: entre izquierdas y derechas, entre centro-derecha y centro-izquierda,
entre tradicionalistas y reformistas; donde se definan con claridad tanto una
derecha como una izquierda modernas y otras expresiones que representen
ideologías e intereses distintos.
En este contexto el
reto es mucho mayor para las izquierdas, porque “al haberse registrado la
alternancia por el lado de la derecha... el ala izquierda del espectro
ideológico ha quedado fracturada y debilitada...”, pero también es una
oportunidad porque “el espacio del centro-izquierda queda... desocupado, en
espera de que un partido de corte
social-demócrata se plante ahí.”[2] Lograrlo no será nada fácil; los
escenarios que se han explorado se
resumen en tres principalmente: que el PRD logre refundarse y modernizarse, que
lo más avanzado del PRI y el PRD integren una nueva fuerza política o que surja
una nueva organización política, integrada por todas aquellas corrientes que se
reclamen socialdemócratas.
En el primer caso, el
PRD perdió la oportunidad en su VI congreso nacional; finalmente sus
principales resoluciones siguen siendo defensivas y su estrategia influida por
una “oposición antisistema”.[3] Su
principal resolución de línea política resultó de la manera siguiente: Las
diferencias existentes en los ámbitos políticos, económicos e ideológicos
cierran la posibilidad de establecer una alianza o pacto de largo plazo entre
el PRD y el gobierno panista encabezado por Fox. Esta práctica incluye la
posibilidad de establecer acuerdos políticos circunstanciales con el gobierno
mismo en temas concretos en los que exista coincidencia con los lineamientos de
nuestro partido. Si se analiza con detalle la decisión, podemos señalar que
las dos corrientes prefirieron “la salida salomónica de evitar más rompimientos
o nuevos choques, y se dejó a todos contentos, ... con la redacción aprobada se
permite dialogar, negociar y pactar con el nuevo gobierno siempre y cuando el
resultado de esos ejercicios no vaya en contra de los principios del partido. O
sea todo y nada, o si se quiere, no pero sí. Así pues, la refundación del PRD
quedó en más de lo mismo...”[4]
Respecto a las inclinaciones políticas de los delegados, estos mostraron más
simpatías por las posiciones conservadoras. En las elecciones internas para
elegir presidente, secretario general y consejo nacional -el próximo 17 de marzo-
los sondeos realizados entre la militancia apuntan a una derrota de los
renovadores por parte de los conservadores.
En el caso del segundo
escenario, muchos le apuestan a la ruptura tanto en las filas del PRI como en
las del PRD. Sin descartarlas, se observa lejana la posibilidad, puesto que la
clase política priísta sabe muy bien que les va mejor juntos que separados, y
en el caso del PRD el conservadurismo en ambas expresiones se impone;
conociendo a las huestes perredistas, ya todo está negociado por lo menos de
aquí a las elecciones del 2003. Es mucho más probable que las rupturas y
redefiniciones en ambos partidos se presenten después de tales elecciones y
rumbo a las del año 2006.
En el caso del tercer
escenario, donde todas las expresiones diseminadas de corte socialdemócrata
tiendan a unirse y crear un nuevo partido político nacional sería lo ideal,
empero, el espíritu de secta aún predomina. Si las reformas al cofipe no
son sustanciales estas corrientes con registro de partido político nacional debutarán
de manera separada en las elecciones federales intermedias, compitiendo entre
ellas por conservar sus respectivos registros. Convergencia por la Democracia
que está siendo un catalizador y espacio para la participación política de
muchos cuadros que han sido desplazados de otros partidos, puede resultar
atractiva, sólo y sólo sí, los postulados de la socialdemocracia los hace suyos
en la práctica política y no sólo en el papel como viene sucediendo, resultado
de un fuerte pragmatismo de sus principales dirigentes.
¿QUE ES SER DE IZQUIERDA?
Una de las tantas
confusiones que hoy existe en el medio político es en lo relacionado a ésta
interrogante. Particularmente después de lograda la alternancia en el gobierno
federal casi toda la oposición anda en búsqueda de su identidad; muchos
políticos del viejo régimen empezaron a pronunciarse porque el PRI se convierta
en un partido de centro-izquierda, y no pocos han dicho que debe ser
socialdemócrata. ¿Entonces que eran antes? A decir verdad el PRI nunca fue un
verdadero partido político, como muchos estudiosos del tema lo han dicho, sólo
fue una maquinaria electoral al servicio de la clase gobernante en turno. La
ideología con la cual sí comulgaban era con la del nacionalismo revolucionario,
inspirada en los principios de la revolución mexicana;[5]
aunque posteriormente, el salinismo los embabucó con el liberalismo social
como su nueva ideología y su partido pasaba a ser de centro-progresista.
La Corriente
Democrática que rompió con el PRI en 1987 no se hizo llamar de izquierda. En
sus primeros años el PRD no se reclamó de izquierda, a pesar de todo el
historial de los comunistas y revolucionarios que convocaron a su fundación;
fue hasta su cuarto congreso de marzo en 1998 que se definió de izquierda. De
manera un tanto vergonzante, pues su dictamen tuvo que ser incluido en el
documento de estatutos y no en la declaración de principios. El nuevo partido
de izquierda fue creado y desarrollado sustancialmente bajo la influencia del
nacionalismo revolucionario. La izquierda combativa, tanto en su versión
comunista como revolucionaria, pasó de cantar la Internacional a cantar el
Himno Nacional; pasaron de internacionalistas a nacionalistas; de levantar su
brazo izquierdo a levantar el derecho (salvo honrosas excepciones). Estas
últimas siendo posiciones simbólicas no tenían porqué pasar desapercibidas.
Paralelamente al PRD
surgieron opciones partidistas como el PT y otras que sin registro como partido
político, pretendieron llenar el vacío socialista que dejaba el PMS. Todas
estas experiencias no pasaron ni han
pasado de ser proyectos testimoniales.
A estas alturas, el
principal dirigente perredista que encabeza el gobierno de la ciudad de México
se inspira en Benito Juárez, que fue republicano pero también liberal, que
separó las funciones del estado con las de la iglesia siendo católico; aunque
Adolfo Gilly -ideólogo influyente en el PRD- aconseja, que ante la “nueva
disputa por la historia y por la definición de la nación”(cuestión que es
válida) para la “izquierda socialista, es obvio que no pueden ser Benito Juárez
y el liberalismo el terreno ideal hacia el cual se repliegue.”[6]
Las políticas sociales
que impulsa López Obrador son diseñadas no bajo criterios de justicia social,
sino bajo la óptica de garantizar una buena clientela política. Lo importante
es ser adulto mayor, discapacitado, joven o mujer, sin importar su condición
social; no se aplica el principio de equidad: tratar de manera desigual a
desiguales. En el mejor de los casos si los pobres son los principales
beneficiados con este tipo de asistencialismo se aplica la clásica política del
viejo régimen: sostenerse y proyectarse en el poder a costilla de los pobres.
Pero entonces
¿qué es ser de izquierda? Para empezar, es preciso recordar primero la
distinción que hace Bobbio entre izquierda y derecha: “el criterio más
frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda es el de la
diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal
de la igualdad, que es junto al de la libertad y al ideal de la paz, uno de los
fines últimos que se proponen alcanzar y por los cuales están dispuestos a
luchar.”[7] Todas
aquellas acciones y políticas que se encaminan a disminuir realmente la
desigualdad, combatiendo la pobreza y la miseria, sin poner en riesgo la
libertad y la paz, deben ser actitudes que nos distingan de las derechas; más,
no podrían ser las únicas, puesto que hay otros temas como la ecología,
indigenismo, nacionalismo y terrorismo que muy fácilmente dividen no sólo a las
izquierdas de las derechas, sino también a las izquierdas.
Ahora bien, es común
encontrar pocas o casi nada de diferencias entre los partidos políticos cuando
abordan la cuestión social en sus respectivas plataformas. Las diferencias se
presentan en los énfasis y en los instrumentos
o medios para conseguir los objetivos sociales; paradójicamente, entre
las izquierdas las diferencias son más marcadas, pues existen aquellas que
luchan por la expropiación de los medios de producción y las que consideran que
es suficiente el aumento y la reorientación del gasto público, sin importar los
equilibrios fiscales. En temas de política las izquierdas se identifican más,
pero toman distancia en cuestiones de estrategia; si intentamos definirlas a
partir de su práctica el problema se
complica, pues son fuertes los resabios clientelares y corporativos que arrastran.
Finalmente ¿Qué
caracteriza a la izquierda? Fernández Santillán señala que “...a pesar de la
heterogeneidad de sus componentes, la izquierda se caracteriza por favorecer el
cambio, la igualdad, la justicia distributiva, la emancipación de los
oprimidos, la dignidad de los menos afortunados y, también, por ir en contra de
los privilegios...”[8] Una definición acertada,
de la cual todos podríamos estar de acuerdo; sin embargo, el problema de la
izquierda en México (incluyo a los priístas y expriístas que ya se reclaman de
izquierda o de centro izquierda) es su cultura política, su práctica, sus
políticas de gobierno, que en muchos de los casos distan de ser de izquierda.
“De hecho, la cúpula perredista sé autodefine de izquierda sin saber a ciencia
cierta que es lo que esto significa. Así, la presidenta nacional del sol
azteca, Amalia García, reconoce: Aunque el PRD sea un partido de izquierda,
en realidad no le hemos dado contenido a ese concepto... necesitamos saber que
significaría eso para nosotros...”[9]
Sucede entonces que la izquierda mexicana es sui generis, una izquierda
a la mexicana: muy colorida y con un discurso emancipador, liberador y justiciero,
pero con una práctica pre-democrática, clientelar, corporativa,
asistencialista, populista, patrimonialista, caudillista, corrupta, etc. ¿Significa esto que el talón de Aquiles de la
izquierda no sólo es su programa sino sobre todo su cultura política, su bajo
nivel intelectual y su falta de espíritu crítico?. Es todo a la vez, pero sus vicios salen a
relucir más cuando empieza a ser gobierno, cuando los recursos y el poder
crecen y están a la mano.
Esta crisis
cultural de la izquierda[10] y en
general de la clase política en México, ha llevado a varios intelectuales y
escritores a plantear la importancia de la ética en la política; en el sentido
que las personas involucradas en el medio político tengan suficiente ética o
moral (para el caso a tratar es lo
mismo), provocando entre ellos un fuerte debate acerca de la relación que debe
tener la moral y la política.[11] Pero
ésta polémica no se reduce sólo al medio intelectual, sino que se amplia a la
sociedad; particularmente cuando se cuestiona severamente a la política,
considerándola un medio para el enriquecimiento, para la corrupción, para el
favoritismo y el influyentismo. Todas ellas prácticas nocivas para la política
y para la sociedad, pero que terminan siendo aceptadas con resignación: es
como todo, todos son iguales,...y, además, siguen siendo parte de un
círculo vicioso y de complicidades mutuas: los políticos necesitan de
clientelas y la gente de ellos.
Es menester entender la
relación entre moral y política, partiendo en principio que la distinción entre
ambas “coincide con la diferencia entre lo privado y lo público. Lo que se
llama correctamente moral opera solamente en la vida privada, en la pública hay
otras reglas”,[12] o como dice Savater, “la
ética busca mejorar a las personas, la política busca mejorar a las
instituciones.”[13] Pero la incorrecta
interpretación de esa relación ha llevado a muchos a hablar de moral política,
incluso de derecho moral o moral jurídica, cuando de siglos atrás tanto Kant
como Maquiavelo, separaron claramente las funciones tanto del derecho como de
la política. Por eso, “no hay religión, moral ni derecho que, por si solos,
puedan garantizar (la) convivencia. Sólo la política lo puede hacer, porque
ella es, además de una feroz lucha por el poder, también la base de entendimientos
entre contendientes que garantiza, por su propia naturaleza, la subsistencia de
la sociedad ordenada y organizada.”[14]
Si distinguimos que la
moral y la política tienen sus propios campos de acción es importante también
encontrar, como dice Octavio Paz, sus vasos comunicantes. “¿La política puede
ser viable y moral? Sí, dice Paz. Y esa política debe fundarse en los
principios que inspiraron a la modernidad en su nacimiento: la libertad, la
igualdad y el puente que las une, la fraternidad. ”[15] En
relación a los valores, Savater lo plantea así: los valores en los cuales
coinciden la ética y la mejor política son: la inviolabilidad de la persona
humana (no convertir a las personas en meras herramientas o instrumentos), la
autonomía de la persona (decisión de cada quien a plantearse sus ideales y
formas de vida específicas) y la dignidad de la persona (tratar a cada quien de
acuerdo con sus méritos y acciones concretas, y no de acuerdo con su sexo,
raza, ideología u otros criterios). El político realmente tiene que ser
consciente de que, de alguna manera, su gestión es educativa en cierta medida;
el político debe destacar precisamente por su austeridad, porque sea capaz de
mostrar una imagen de ciudadanía civil, solidaria, sin ostentaciones, y eso también
es la función educativa.[16] Estos principios y valores son los que la
izquierda y la clase política en general tienen extraviados y que tendrán que
hacer suyos si quieren contribuir a que la política no siga degradándose.
La política tiene que ser
vista como una vocación de servicio y el político como un guardián del bien
común. Recuperar la política como un espacio para el diálogo, el entendimiento
y las soluciones de los problemas nacionales y no sólo como un espacio para las
reyertas y la manipulación.
TABÚES, MITOS Y DEMAGOGIA
La crisis de la izquierda en México podría resumirse en
su incapacidad para adaptarse a los
cambios sociales y económicos. Aún arrastra un pesado lastre de prejuicios o
tabúes, frases, mitos y demagogia, que
le imposibilita entender -o no quiere entender por razones políticas y
electorales- la evolución de los acontecimientos; es una izquierda que se
encierra en sí misma. Vayan algunas perlas:
Al régimen político cubano
no se le debe criticar porque es ponerse del lado del imperio; reunirse con la
disidencia cubana es traicionar nuestros principios; el neoliberalismo es la
etapa muy superior del capitalismo salvaje; rechazo total al neoliberalismo
(léase imperialismo); somos de izquierda pero no liberales; la globalidad es responsabilidad
del neoliberalismo; el foxismo es el cuarto gobierno del neoliberalismo; a
partir de De la Madrid todos han sido neoliberales, los de antes....de la
revolución mexicana; más impuestos empobrece a la población; la inversión
privada en la CFE y PEMEX es la privatización; los ataques del gobierno a
ex-funcionarios de PEMEX y al sindicato son con el fin de privatizar la
empresa; eliminar algunos subsidios a los servicios como la luz eléctrica es
con la intención de privatizarla; nuestro primer objetivo es defender la
soberanía; la eficiencia, la productividad y la calidad total es de mentalidad
empresarial; apoyar la lucha contra el terrorismo mundial y aliarse con los
E.U. es estar en contra de nuestros principios y poner en riesgo nuestra soberanía;
con el foxismo está en juego la educación laica y la libertad de las mujeres a
decidir sobre su propio cuerpo; la nueva ley de derechos y cultura indígena no
respeta la autonomía de sus pueblos; todos somos marcos; todos somos árabes; la
sociedad civil está de acuerdo con nosotros; las ONGs no son como los partidos;
represento a la sociedad civil; si votaste por Fox eres panista; estas conmigo
o estas en contra mía; primero los pobres; las variables macroeconómicas no
sirven si la gente sigue igual; prensa vendida; el PRI se desmorona; el PAN es
la ultraderecha; la alternativa es Cárdenas; la Jornada es de izquierda; el
Reforma es de la derecha; al gravar el capital especulativo ya no se necesita
gravar al consumo; el IVA a alimentos y medicinas es un atentado contra los
pobres; cobrar impuestos a los libros es vulnerar la lectura y la cultura;
grabar los derechos de autor y a los creadores es no tener...; al quitarnos la
exención nos dan un trato de albañiles; nosotros tenemos la razón histórica;
nada por encima de la ley... no mas mi residencia; no a los giros negros... que
no le entren conmigo; no más recursos al IPAB; no al Plan Puebla Panamá; y así
podríamos seguir señalando una serie de rosarios, que han sido y siguen siendo
parte del discurso y práctica de una izquierda poco creativa y lúcida para los
nuevos tiempos.
Sin duda alguna todas estas frases pueden y deben ser
motivo de una gran polémica. Las dejo ahí para su reflexión y su posterior
tratamiento.
¿ES VIABLE LA
SOCIALDEMOCRACIA EN MÉXICO?
Muchos del mundo
de la izquierda no creen en ella, la consideran que sólo es una propuesta
europea y por lo tanto no válida para México; y no pocos la etiquetan como de
derecha. A pesar de los pesares, como dice Pedro Aguirre: “Un fantasma recorre
México, el fantasma de la socialdemocracia.”[17]
Los intentos por construir una opción de tan importante
significado en nuestro país no han faltado. Es más, si somos buenos
observadores, en la propia constitución política de 1917 se presentan algunos
contenidos al respecto; antes de la fundación del PNR surgieron partidos con
esta tendencia como el cooperativista y el laborista. El mismo Efraín González
Morfín, siendo candidato del PAN a la presidencia en 1970 “en sus discursos
mencionó la necesidad de un Estado rector pero no proteccionista, de que la
iniciativa privada no bastaba para generar los empleos...; propuso al congreso
de la unión la ley de cogestión, para que los obreros tuvieran participación en
la dirección, administración y ganancia de las empresas, la cual derivó más
tarde en la ley de utilidades...; en 1974 en su convención nacional (del PAN)
el Dr. Octavio Corral, del estado de Chihuahua, propuso que esa entidad
política abrazara las causas del socialismo democrático...”[18] En
el PRI Porfirio Muñoz Ledo fue impulsor de esta corriente y al PRD, contra
viento y marea, lo convirtió en miembro permanente de la Internacional
Socialista. Recordemos también a los Sánchez Aguilar con el Partido
Socialdemócrata. Actualmente al seno del PRD existen consistentes
corrientes que se reclaman
socialdemócratas. El mismo Jorge Castañeda, desde el gabinete, no deja de ser
un socialdemócrata. El último experimento y que fue atractivo para diversos
sectores sociales, durante la campaña presidencial, es el que dirigió Rincón
Gallardo.
Pero “el fantasma de la
socialdemocracia” se ha hecho más presente sobre todo a partir de la
alternancia política del dos de julio de 2000. Hay socialdemócratas en
el PRD, en el PRI, en Convergencia por la Democracia, varios de los nuevos
partidos que buscan su registro se reclaman socialdemócratas. Todo parece
indicar que nominalmente ya somos mayoría. Si así fuera de fácil y sencillo ya
estuviésemos construyendo un nuevo partido; lamentablemente no es así, y sí se
corre el riesgo de trillar y manosear un concepto que sintetiza toda una
tradición histórica; no se descarta que algunos lo utilicen simplemente como un
nuevo ropaje para ocultar su verdadero rostro, que por cierto, esto ha sido
común en la política mexicana. De ahí la gran responsabilidad que tenemos los
que por convicción somos socialdemócratas, para que hagamos el mayor esfuerzo
por impulsar iniciativas conjuntas, con una proyección de largo aliento y no
reducirlas a coyunturas electorales.
Pero lo que
finalmente tendrá que definir a una izquierda socialdemócrata no será el
nombre, sino sus contenidos, su perfil, sus características, su cultura
democrática, su congruencia y su práctica política. Quienes consideran que es
una propuesta de uso exclusivo de los europeos lo más probable es que piensen
de manera dogmática y nacionalista. Un grave error de la vieja izquierda fue
calcar experimentos y discursos de los soviéticos, Chinos, de Europa del este,
de Cuba, Vietnam, de Albania y Corea, sin analizar las condiciones específicas
de México; no fuimos capaces de interpretar correctamente nuestra realidad.
Pero también no hay que olvidar que la utopía socialista es una propuesta
universal: la libertad, la igualdad, la equidad, la fraternidad, la justicia,
la democracia, entre otros valores y principios; que lamentablemente en algunos
casos, no han sido aplicados correctamente desde una perspectiva socialista.
Por eso el tema de la
socialdemocracia, como dice acertadamente Ricardo lagos, no tiene que ser “un
diálogo exclusivamente del Atlántico Norte, ya que estamos frente a una
temática de alcance y relevancia global para todos quienes deseamos conjugar
los ideales libertarios de la socialdemocracia con la eficacia económica.”[19] A
pesar de los grados de desarrollo de Europa con respecto a América Latina, no
obsta para aplicar líneas de política que son consustanciales a la
socialdemocracia como proyecto universal y en el entendido, que cada país
tendrá sus propios acentos y prioridades. Como dice el mismo Lagos “la Tercera
Vía no puede entonces tener el mismo acento en una Europa de 30,000 dólares
per cápita que en una América Latina de menos de 5,000 dólares... Más
aún si tomamos en cuenta que... es la región con la distribución del ingreso
más desigual del mundo.”[20]
Tanto en México como en el resto de Latinoamérica nuestra prioridad tendrá que
ser el impulso de políticas públicas que disminuyan drásticamente la pobreza y
la miseria, de incluir a los excluidos; buscando mejorar los niveles de equidad
y de integración social. “La apuesta de
la socialdemocracia es la de un esquema económico que establece como su máxima
prioridad un nuevo modelo de distribución de la riqueza sobre la base de una
economía sana y con obligaciones y derechos fiscales legítimos y fundamentales
para todos los ciudadanos.”[21]
En el tema de la
democracia, en México cabalgamos muy a la zaga de las necesidades políticas y
sociales, por la simple y sencilla razón que “la democracia sigue siendo el
nudo gordiano de la izquierda.”[22]
Somos un país con una clase política que mayoritariamente ha sido formada al
cobijo del viejo régimen político; un régimen que no fue militar pero sí
autoritario. Y una izquierda -en todas sus vertientes- atrincherada durante
décadas en la clandestinidad, con métodos de lucha extra-constitucionales. Los
espacios de participación política se reducían a los sindicatos, universidades,
organizaciones campesinas y populares. Espacios donde emanó una conciencia
fundamentalmente gremial y economicista, con métodos y discursos incendiarios.
No obstante que en los últimos veinte años la cultura democrática ha
evolucionado favorablemente, ésta es aún insuficiente para arribar a un sistema
de partidos genuinamente democrático; además se requiere, cambiar la
mentalidad, métodos, estilos y
prácticas, y darles una inconfundible identidad democrática.
Para avanzar en
este imperativo propósito socialdemócrata, es imprescindible dejar atrás muchos
prejuicios, protagonismos egocéntricos y prácticas sectarias. Nadie debe porqué
patentizar la propuesta, pues tiene que ser incluyente; nadie debe
porqué descalificar a unos, pues tiene que ser un proyecto plural; nadie tiene
porqué erigirse como el caudillo, pues tiene que ser un proyecto colectivo y
horizontal; y nadie tendría que lamentarse por dejar atrás intereses políticos
particulares, si de lo que se trata es de construir y hacer valer un proyecto nacional.
PERFIL
Una izquierda que
por sus contenidos y fisonomía sea
diferente a la de los actuales partidos políticos. La sociedad y los ciudadanos
deben identificar claramente las opciones; se trata de poner en disputa
proyectos y no precisamente personalidades. La consolidación de un sistema
democrático y plural de seguro producirá infinidad de partidos y los obligará,
si aspiran a ser una verdadera opción de gobierno, a precisar sus propuestas y
estrategias. Sin pretender delinear cada uno de los contenidos que perfilen una
propuesta socialdemócrata, es necesario establecer algunas posiciones que las
deslinden de las que sostiene la izquierda tradicional.[23]
En ese sentido, un
asunto medular a resolver es el nuevo papel del estado. La renovación de la
socialdemocracia Europea (Tercera Vía) surge a partir de la crítica a la
socialdemocracia clásica, que diseño un Estado con fuerte intervención en la
vida económica y social, quedando la sociedad civil subordinada al estado; y de
la crítica al neoliberalismo o thatcherismo que establece un fundamentalismo de
mercado con un gobierno mínimo.[24] Para
el caso de México, el surgimiento de una izquierda renovada y actualizada tiene
que partir de una crítica profunda al
Estado populista y corporativo, emanado de la revolución; y de una crítica
severa al neoliberalismo a la mexicana que apareció a principio de los
ochentas.
No está de más señalar
que la sustitución de un modelo por otro, tanto en Europa como en México, no
fueron de borrón y cuenta nueva. En ambas latitudes se conservaron
instituciones y políticas que les permitieran a los gobiernos estabilidad y
gobernabilidad. Por eso la crítica a ambos modelos no debe ser unilateral, pues
finalmente existen cambios, políticas y condiciones que son irreversibles. En
otras palabras, de la crítica multiforme, no puede salir un modelo global
alternativo, pues de lo que se trata no es de ofrecer el mañana sino construir políticas
específicas para hoy y acordes a la realidad. Como dice Krauze, “la izquierda
necesita menos predicadores y más ingenieros cívicos.”[25]
* * *
Un Estado para
que cumpla cabalmente su responsabilidad social debe hacerse de suficientes
recursos. Con una tasa impositiva tan baja, como la que tenemos, es
prácticamente imposible que el estado cumpla plenamente con los servicios y
políticas públicas tan indispensables como la educación, salud,
infraestructura, medio ambiente, seguridad y justicia; se requiere que de
manera consistente lleguemos a una tasa impositiva del 30% con relación al PIB.
Para ello es indispensable no sólo gravar los impuestos suntuarios, sino sobre
todo impulsar una tasa única para todos los productos, bienes y servicios. En
el cobro de impuestos no debe haber sectores y productos privilegiados, en todo
caso el sesgo regresivo de los impuestos indirectos puede revertirse con
políticas compensatorias y reorientando justamente el gasto público.
Paralelamente, revisar los precios y tarifas de algunos servicios, a la baja o
a la alza y de manera equitativa, tomando en cuenta los costos reales. El
congreso y el propio ejecutivo, en todos sus niveles, tendrán que vigilar y
fiscalizar la aplicación de los recursos con mucho celo: la transparencia es
indispensable para revertir la apreciación que tiene la población con relación
al fin de los recursos.
Un estado con finanzas sanas, requiere también de una
baja inflación, con una política cambiaria de ajuste permanente; tasas de
interés atractivas para la inversión; modernizar la planta productiva nacional,
particularmente la industria eléctrica y la del petróleo y sus derivados,
haciendo compatible la soberanía sobre nuestros recursos naturales con la
inversión privada; reorientar los subsidios particularmente hacia el campo y
pugnar por la actualización del TLC, para disminuir de manera sólida la
competencia desleal y el deterioro de la industria y agricultura nacionales.
Por otro lado, tanto el crecimiento económico como el empleo ya no deben ser
impulsados a través de un gasto deficitario, la deuda pública tiene que
disminuir.
* * *
Una izquierda
congruente y consecuente es aquella que lucha contra los privilegios. La
izquierda nació combatiendo los privilegios del rey, pero ahora tolera el
privilegio de los caudillos; la izquierda mexicana nació criticando el
nacionalismo revolucionario como ideología de la revolución mexicana y terminó
por abrazarla; la izquierda se desenvolvió criticando la aristocracia obrera,
pero ahora la defiende de sus privilegios; en fin, necesitamos una izquierda
que diga y defienda lo que piensa y que actúe como piensa.
Recientemente, a raíz
de los escándalos de corrupción en PEMEX, tanto el PRI como el PRD manifestaron
su atavismo, al declarar que detrás de los ataques a ex funcionarios y
sindicato está la firme intención de privatizar la empresa. Nada de crítica y
sí mucha autocomplacencia a los altos grados de corrupción, improductividad e
ineficiencia administrativa, cuando bien saben de la terrible lacra que
representa éste y otros sindicatos de empresas del estado. “Hoy es de izquierda
pedir transparencia, reconocer y combatir la corrupción y exigir que se
castigue a quienes han usufructuado en
provecho propio el patrimonio nacional. Es de izquierda reconocer que los
contratos colectivos de esas empresas (paraestatales) contienen vicios
inadmisibles y que los sindicatos respectivos viven de esos privilegios.”[26] En
un contexto general, Luis Salazar lo plantea así: “si la izquierda quiere tener
futuro y ser parte de este futuro necesita rearticular los valores de justicia,
libertad, emancipación con los valores de eficiencia, gobernabilidad,
racionalidad y productividad”[27] . La
nueva izquierda tiene que familiarizarse con estos conceptos y vivir con ellos,
aplicándolos a distintas esferas de la sociedad y el estado.
* * *
Los derechos
ciudadanos es parte de la agenda de toda organización política, pero estos
tienen que ser consustanciales al cumplimiento de la ley y de nuestras
responsabilidades. Somos buenos exigiendo pero malos cumpliendo, exigimos
mayores responsabilidades al estado y nos pronunciamos en contra del pago de
impuestos; demandamos agilidad en las vías de tránsito sin cumplir su
reglamento, reclamamos mayores apoyos para los mercados públicos y los
locatarios no pagan luz, agua y predial; se aplaude la determinación de la
corte respecto a la “ley robles”, pero se le acusa de parcial en su resolución
respecto a las elecciones de Tabasco; se pugna porque no se reglamenten las
marchas, pero se siguen perjudicando derechos de terceros; en fin, el mundo de
cabeza.
Un estado socialmente
responsable sólo es posible si éste es de derecho, pero además que fomente la
cultura de la responsabilidad: el pagar el agua no me autoriza para
desperdiciarla o el pagar tres metros en vía pública no me autoriza para
tomarme seis. Los servicios que proporciona el estado, que en última instancia
son parte de los impuestos que pagamos, tienen que aprovecharse de modo eficaz
y deben ser fiscalizados por todos; “...no es suficiente que la gente esté
protegida por el estado: deben sentir también la urgencia de la responsabilidad, pues se tienen derechos,
pero también responsabilidades...; porque cuando los derechos se elevan sobre las
responsabilidades, lo que (acaba produciéndose es) un declive en los deberes
recíprocos y el apoyo mutuo.”[28] No
debemos seguir siendo una sociedad autocomplaciente, poco emprendedora y sin
iniciativa, provocado por un estado paternalista y renuente a la aplicación de
la ley.
* * *
A pesar de tener
su origen en principios y valores universales, tradicionalmente la izquierda en
México ha sido clasista, popular, de suma de minorías y nacionalista, lo que no
le ha permitido alcanzar a representar a la mayoría nacional. Otra de las identidades de nuestras
izquierdas son sus símbolos y personajes: santificación de nuestras culturas
originales como el sol azteca, Cuauhtémoc y Quetzalcóatl; Zapata y su fusil; el
Che y el comandante Castro. Todos ellos símbolos y personajes muy respetables
de nuestras historias, pero insuficientes para adaptarnos a la vida actual; la
izquierda en general sigue siendo romántica y providencial, sin entender que
vivimos con nuevas generaciones cada vez más dinámicas e influidas por las
nuevas tecnologías. Las graves carencias actuales, exigen de nuestra parte
mejores elaboraciones programáticas y
apta creatividad para la resolución de
los grandes problemas nacionales.
La izquierda de hoy
tiene que ser universalista, en el sentido que su compromiso es por causas
grandes y por valores y principios universales. Fragmentar su programa por
compromisos con identidades particulares o minorías sociales, le puede
garantizar una buena clientela política pero no suficiente para ser una opción
de gobierno. “El proyecto de la izquierda es universalista: es para todos los
seres humanos... no es la libertad para los accionistas o los negros, sino para
todos. No es la igualdad para todos los miembros del barrick club o los
minusválidos, sino para todos. No es la fraternidad sólo para los estudiantes
de eton o los gays, sino para todos. Y la política de la identidad no es
esencialmente para todos, sino para los miembros de sólo un grupo específico.”[29]
Puede ser muy polémica esta posición de Hobsbawm, pero la realidad ha
demostrado que las identidades particulares como el feminismo o el indigenismo,
entre otras, colocan en primer plano su interés específico por encima del
proyecto integral, plural y de todos. Por eso sus militancias generalmente la
hacen indistintamente en cualquier partido, de preferencia en aquellos donde
logren sus objetivos; aunque la gran mayoría de estos movimientos se consideran
de izquierda.
No se trata tampoco que
tales identidades no sean parte de un proyecto global e integral, pero debe
quedarnos claro que un programa de izquierda no puede ser la suma de intereses
particulares, sino la expresión de una visión de conjunto. Los temas que pueden
desatar mayor polémica son los relacionados con el indigenismo y el feminismo.
La “izquierda antropológica” es muy
propensa a la santificación de las costumbres y culturas de nuestros
antepasados indígenas, sin dejar de ser parte de nuestra historia imborrable,
no podemos llegar al absurdo de poner encima de los derechos individuales los usos
y costumbres de la comunidad, ni tampoco establecer un estatuto jurídico
por encima del que tenemos todos los mexicanos. La mejor dignidad para los
pueblos indios es que logren convertirse en verdaderos ciudadanos y que sepan
defenderse de las atrocidades y vejaciones que se “esconden” detrás de los usos
y costumbres de sus comunidades.
Uno de los usos y
costumbres de los partidos es el de otorgarles por estatuto el 50 o 30 por
ciento de espacios a las mujeres en los órganos de dirección partidista y en
los puestos de elección popular, aunque a decir verdad, éstas decisiones
obedecen más a cuestiones de estrategia política que de equidad de genero. Las
acciones afirmativas, como se le llama en Europa, son consecuencia de todo un
proceso cultural y educativo, y que no es vista como una disputa de géneros.
Nadie puede ni debe obtener por cuestiones de género, preferencia sexual, raza
o edad, sino es por sus méritos; la dignidad de la persona es por lo que es y
no por lo que lo diferencia de los otros. Lo congruente es establecer una
política donde todas y todos tengan las mismas oportunidades y derechos
(políticas de estado) y se promocione el esfuerzo, el compromiso y las
capacidades para alcanzar eficiencia y profesionalismo en las diversas
actividades de la vida social y política.
* * *
El 11 de
septiembre del año pasado salió a relucir no sólo la debilidad de la seguridad
mundial, particularmente la de Estados Unidos,
sino también los viejos atavismos del PRI y del PRD. Sin la mínima
reflexión de la nueva realidad mundial y nacional se lanzaron en defensa de los
tradicionales principios de política exterior, acusando al gobierno federal y a
su canciller de entreguistas
Durante décadas, los
gobiernos priístas utilizaron el discurso de la soberanía nacional, mientras
debajo de la mesa establecían acuerdos desventajosos para nuestro país;
defendían los derechos humanos afuera aunque dentro los violaban. Hoy, las
condiciones son otras y por otra parte, no se puede tener un discurso y hacer
cosas distintas, mucho menos si se trata de la seguridad y futuro de México;
además, no hay que perder de vista que “... las prioridades básicas de su
desarrollo, sus intereses como nación que lucha por la modernidad, convergen
con las de Estados Unidos, su socio principal en el Tratado de Libre Comercio,
ya se trate de seguridad, de energía, de los flujos migratorios o del
crecimiento con mejor reparto del ingreso ... pero la tormentosa relación
histórica con el vecino del norte distorsiona, cuando no impide, esta visión de
intereses y valores.”[30] Desde el punto de vista económico,
geopolítico, migratorio, incluso cultural “México puede y debe convertir la
vecindad en una oportunidad: convertir el riesgo que los norteamericanos
perciben como nuestra oportunidad para apalancar nuestro desarrollo.”[31] Y si
para lograrlo plenamente implica la actualización de nuestra norma
constitucional no hay que dudar en hacerlo.
El otro tabú en
política exterior es el caso de Cuba, confundiendo la solidaridad con el pueblo
cubano con el apoyo al régimen político castrista. Son cosas distintas y que
emplaza a la izquierda a renovarse o a seguir anclada en el autoritarismo. Lo
nada novedoso son las coincidencias de una parte de la izquierda con las del
nacionalismo priísta; después del triunfo de Fox han pasado a ser los “fieles” defensores de las libertades
individuales en México, pero cómplices en la violación de los derechos humanos
del pueblo cubano. El criminal bloqueo comercial que los Estados Unidos ejerce
sobre la isla no es para desentendernos de las elementales garantías
individuales a las cuales tienen derecho todos los hombres en cualquier rincón
de la tierra.
* * *
Nuestra historia
ha estado llena de dramatismos y de revueltas violentas, que acorde a la
historia oficial del viejo régimen hay fieles y traidores; y “...los
historiadores (bajo la influencia política) se han empeñado en relatarla en
blanco y negro, sin matices, muy a la manera romántica. Así, los de un signo
aceptan unas etapas y rechazan otras; mientras tanto, los otros, hacen lo
contrario.”[32] La clase política y sus
partidos, sin hacer su propia lectura, repiten los dogmas de la “historia
oficial” o adoptan sus héroes de acuerdo a la conveniencia o circunstancia
política.
La historia no es de
los vencedores ni de los vencidos, es de todas las generaciones: es mestiza,
plural y abierta a otras culturas. Curiosamente, en nuestra historia se le
rinde más honores a los mártires que a
los forjadores de instituciones. La historia leída sólo como una disputa entre
liberales y conservadores, nubla sus aportes y errores de ambas partes; los
prejuicios en la historia han alejado a la izquierda de la lectura de
pensadores tanto de la corriente conservadora como liberal. Particularmente en
ésta última hay una serie de puntos de encuentro con los principios libertarios
de una izquierda moderna, empero, contradictoriamente el conservadurismo (la
vuelta al pasado) es más visible en la actual izquierda.
El distanciamiento con
el liberalismo puede explicarse porque en las épocas de la revolución
industrial “...el liberalismo (sin matices ni diferenciaciones) se asoció más
con la economía que con la política; se le calificó en ultima instancia de
capitalista, se ganó la hostilidad de los trabajadores ...,(cuando) el
liberalismo significó la supremacía de la ley y el estado constitucional, y la
libertad era la libertad política, no el principio económico del comercio o,
todavía peor, la ley de la supervivencia de los mejores dotados...”[33]
Durante el siglo XX tanto el nacionalismo revolucionario como la izquierda, se
distanciaron de la revolución francesa y se acercaron a la rusa: un discurso
socializante y una práctica autoritaria.
Hoy, una izquierda
moderna tendrá que asociar los principios de la equidad y la solidaridad con
los del liberalismo político; de abanderar las causas republicanas y liberales
de la constitución de 1857 con las causas sociales de la constitución de 1917;
se trata de una convergencia de los ideales de justicia social que inspiraron a
la revolución rusa con los ideales cívicos y libertarios de la revolución
francesa. Esa combinación de principios igualitarios con los libertarios es,
como dice Bobbio, el socialismo liberal. En ésta izquierda hay que pensar.
[1] Ilán Semo. “Del centro a la izquierda: La
zona incierta.” La Jornada 5 de agosto de 2000.
[2] José Antonio Crespo. “Nueva opción de
izquierda.” El Universal 16 de octubre de 2000.
[3] Soledad Loaeza describe a los partidos
antisistema como aquellos que recurren a la exacerbación de los
antagonismos
de un electorado temeroso, frustrado, ansioso o impaciente. Más sobre el tema en Oposición
y
Democracia. Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática. I.F.E:
[4] Ricardo Alemán. “Itinerario Político.” El
Universal, 28 de Abril de 2001.
[5] En las resoluciones de su XVIII asamblea
nacional de noviembre de 2001, reafirmaron los preceptos del
nacionalismo
revolucionario como postulados básicos del partido.
[6] Adolfo Gilly. “La modernización
conservadora. México 2001” La Jornada 12 de Enero de 2001.
[7] Norberto Bobbio. “Derecha e Izquierda” Santillana, S.A. Taurus, 1995.
[8] J. Fernández Santillán. “Para distinguir los
extremos: Izquierda, centro y derecha” Bucareli Ocho No. 159,
13 de agosto
de 2000.
[9] Marco Aurelio Sánchez cita a Amalia García
en su libro PRD: El rostro y la mascara, p. 110, Centro de
Estudios
Política Comparada y Centro de Estudios para la Transición Democrática, A.C., edición 2001.
[10] Desde mi punto de vista “ Crisis Cultural”
podría ser el concepto más adecuado para entender la
profundidad
de la crisis ideológica y política de la izquierda mexicana.
[11] En México el último fuerte debate se presentó
en 1995 y parte de 1996, cuyos principales protagonistas
fueron
Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Bernardo Batíz, Sergio Aguayo, Rafael Guillén,
Arnaldo
Córdova,
José Antonio Aguilar, Octavio Paz, entre otros. Un recuento de polémicas los
puede encontrar
en la
revista Nexos No. 220 de abril de 1996.
[12] Norberto Bobbio. “Política y Moral” Revista Nexos
172, abril de 1992.
[13] Fernando Savater. “Ética, Política,
Ciudadanía” Grijalbo, Raya en el Agua y
Causa
Ciudadana, 1998.
[14] Arnaldo Córdova. “Lo Bueno y lo Malo en la
Política”, revista Nexos 220, abril de 1996.
[15] Roberto Pliego citando a Octavio Paz en
“Moral y Política: un recuento...”, Nexos No. 220, abril de 1996.
[16] Fernando Savater, Idem.
[17] Pedro Aguirre. “La Alternativa
Socialdemócrata” Fundación por la Socialdemocracia de las Américas,
diciembre
de 2001.
[18] René Cervera. Experimentos en México de
Social Democracia. Ponencia en foros de convergencia, 16 de
noviembre
de 2001.
[19] Ricardo Lagos. “ Otra tercera vía”, revista Nexos
No. 260, agosto de 1999.
[20] Idem.
[21] Gilberto Rincón Gallardo. “Los desafios de la economía” en A
Contracorriente p. 239, Centro de Estudios
para la
Reforma del Estado, A.C. 1999.
[22] Roger Bartra. “La izquierda ante las
elecciones de 1988” en Oficio Mexicano p. 171, Edit. Grijalbo, 1993.
[23] En una ponencia presentada el 16 de noviembre
de 2001 en foros de convergencia y de próxima
publicación, expongo “Algunas
definiciones para un proyecto y discurso socialdemócrata”. Consúltese
también el
libro La alternativa Socialdemócrata de Pedro Aguirre. Fundación por la
Socialdemocracia de
las
Américas, dic. 2001.
[24] Para conocer ampliamente estas críticas
consúltese La tercera vía y La tercera vía y sus críticos,
Anthony
Giddens, Taurus 1998 y 2000,
respectivamente.
[25] Enrique Krauze. “Por una izquierda con
sentido práctico”, ponencia en los foros de discusión del PRD,
publicación del partido, 1998.
[26] Alberto J. Olvera. “Pemex, la corrupción y la
izquierda”, La Jornada, 2 de febrero de 2002.
[27] Luis Salazar. “Ser de izquierda” Entrevista
de Antonella Attili en La política y la izquierda de fin de
siglo”,
p. 141, Cal y Arena, 1997.
[28] Anthony Giddens. La tercera vía y sus críticos,
pp. 15 y 16, Taurus, 2001.
[29] Eric Hobsbawm. “La política de la identidad y
la izquierda”, Nexos No. 224, agosto de 1996.
[30] Felipe González. “Riesgo y oportunidad”, EL
PAIS, 14 de noviembre de 2001.
[31] Luis Rubio. “Del riesgo a la oportunidad”, Nexos
No. 288, diciembre 2001.
[32] Josefina Zoraida Vázquez. Una historia de
México, SEP, 1995.
[33] Giovanni Sartori. Teoría de la democracia
p. 454, Alianza Universidad, 1991.
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