miércoles, 18 de enero de 2012

¿QUE IZQUIERDA?


¿QUE IZQUIERDA?
 Ignacio Pinacho
  5 de Febrero de 2002    

              La izquierda mexicana requiere una puesta al día 
que la conduzca por el camino de la socialdemocracia.
CARLOS FUENTES
                                                                
El sueño de arrebatarle el poder de la república al PRI finalmente se hizo realidad. No se logró por el lado de la izquierda ni de la forma como nos lo imaginábamos hace veinte o treinta años. No, fue de manera pacífica e institucional: 15, 988,740 votos ciudadanos fueron suficientes para sacar al PRI de los pinos el dos de julio de 2000.  Quienes hemos militado siempre en las izquierdas y decidimos llamar a votar por Vicente Fox, fue en el entendido que las  condiciones estaban dadas para terminar con el régimen de partido de estado y, en la inteligencia que la alternancia abría un amplio espacio para la construcción de un nuevo régimen político y la gestación de una nueva izquierda. 

La derrota de la izquierda representada en el PRD no puede explicarse sólo como consecuencia de una pésima campaña y candidato, sino más bien como resultado de su historial predemocrático; que asumió la bandera de la democracia más por necesidad que por convicción, una izquierda anclada en el pasado, nacionalista y populista. De manera muy acertada Ilán Semo lo explica así: Una izquierda con “una historia dominada por la rigidez, el culto al líder, la obsesión ideológica y la pontificación del pasado, que acabaron encapsulándola o marginándola de un proceso de modernización política...”, que en lugar de optar por los “senderos de la crítica”, particularmente después de la caída del socialismo real, y “descifrar los nuevos paradigmas, abrazó inopinadamente el proceso de restauración ideológica de lo que, incluso en el seno del propio priísmo, ya pertenecía al mundo del anacronismo: un falible reencuentro con la combinación del nacionalismo y la tradición de la revolución mexicana. Sus dos vértices visibles fueron en esencia una vuelta actualizada al pasado: el (neo) cardenismo y el (neo) zapatismo.”[1] Ante los resultados adversos para la Alianza por México, un connotado perredista poco autocrítico apuntó que, la izquierda durante años se dedicó a debilitar la barda y cuando estaba a punto de caerse llegó Fox y la tiró; un gran amigo me dice, con su ironía que lo caracteriza, que detrás de la barda estuvieron durante muchos años Cuauhtémoc Cárdenas y Cía impidiendo que se cayera. Hay que reconocerlo, la mayor consistencia y trayectoria democrática del PAN se impuso y ha marcado la diferencia durante décadas.

Ahora bien, la alternancia de un régimen autoritario por uno democrático, debe dar paso a la alternancia entre partidos con definiciones programáticas e ideológicas bien precisas: entre izquierdas y derechas, entre centro-derecha y centro-izquierda, entre tradicionalistas y reformistas; donde se definan con claridad tanto una derecha como una izquierda modernas y otras expresiones que representen ideologías e intereses distintos.

En este contexto el reto es mucho mayor para las izquierdas, porque “al haberse registrado la alternancia por el lado de la derecha... el ala izquierda del espectro ideológico ha quedado fracturada y debilitada...”, pero también es una oportunidad porque “el espacio del centro-izquierda queda... desocupado, en espera de que  un partido de corte social-demócrata se plante ahí.”[2]  Lograrlo no será nada fácil; los escenarios que se han explorado  se resumen en tres principalmente: que el PRD logre refundarse y modernizarse, que lo más avanzado del PRI y el PRD integren una nueva fuerza política o que surja una nueva organización política, integrada por todas aquellas corrientes que se reclamen socialdemócratas.

En el primer caso, el PRD perdió la oportunidad en su VI congreso nacional; finalmente sus principales resoluciones siguen siendo defensivas y su estrategia influida por una “oposición antisistema”.[3] Su principal resolución de línea política resultó de la manera siguiente: Las diferencias existentes en los ámbitos políticos, económicos e ideológicos cierran la posibilidad de establecer una alianza o pacto de largo plazo entre el PRD y el gobierno panista encabezado por Fox. Esta práctica incluye la posibilidad de establecer acuerdos políticos circunstanciales con el gobierno mismo en temas concretos en los que exista coincidencia con los lineamientos de nuestro partido. Si se analiza con detalle la decisión, podemos señalar que las dos corrientes prefirieron “la salida salomónica de evitar más rompimientos o nuevos choques, y se dejó a todos contentos, ... con la redacción aprobada se permite dialogar, negociar y pactar con el nuevo gobierno siempre y cuando el resultado de esos ejercicios no vaya en contra de los principios del partido. O sea todo y nada, o si se quiere, no pero sí. Así pues, la refundación del PRD quedó en más de lo mismo...”[4] Respecto a las inclinaciones políticas de los delegados, estos mostraron más simpatías por las posiciones conservadoras. En las elecciones internas para elegir presidente, secretario general y consejo nacional -el próximo 17 de marzo- los sondeos realizados entre la militancia apuntan a una derrota de los renovadores por parte de los conservadores.

En el caso del segundo escenario, muchos le apuestan a la ruptura tanto en las filas del PRI como en las del PRD. Sin descartarlas, se observa lejana la posibilidad, puesto que la clase política priísta sabe muy bien que les va mejor juntos que separados, y en el caso del PRD el conservadurismo en ambas expresiones se impone; conociendo a las huestes perredistas, ya todo está negociado por lo menos de aquí a las elecciones del 2003. Es mucho más probable que las rupturas y redefiniciones en ambos partidos se presenten después de tales elecciones y rumbo a las del año 2006.

En el caso del tercer escenario, donde todas las expresiones diseminadas de corte socialdemócrata tiendan a unirse y crear un nuevo partido político nacional sería lo ideal, empero, el espíritu de secta aún predomina. Si las reformas al cofipe no son sustanciales estas corrientes con registro de partido político nacional debutarán de manera separada en las elecciones federales intermedias, compitiendo entre ellas por conservar sus respectivos registros. Convergencia por la Democracia que está siendo un catalizador y espacio para la participación política de muchos cuadros que han sido desplazados de otros partidos, puede resultar atractiva, sólo y sólo sí, los postulados de la socialdemocracia los hace suyos en la práctica política y no sólo en el papel como viene sucediendo, resultado de un fuerte pragmatismo de sus principales dirigentes.

¿QUE ES SER DE IZQUIERDA?
Una de las tantas confusiones que hoy existe en el medio político es en lo relacionado a ésta interrogante. Particularmente después de lograda la alternancia en el gobierno federal casi toda la oposición anda en búsqueda de su identidad; muchos políticos del viejo régimen empezaron a pronunciarse porque el PRI se convierta en un partido de centro-izquierda, y no pocos han dicho que debe ser socialdemócrata. ¿Entonces que eran antes? A decir verdad el PRI nunca fue un verdadero partido político, como muchos estudiosos del tema lo han dicho, sólo fue una maquinaria electoral al servicio de la clase gobernante en turno. La ideología con la cual sí comulgaban era con la del nacionalismo revolucionario, inspirada en los principios de la revolución mexicana;[5] aunque posteriormente, el salinismo los embabucó con el liberalismo social como su nueva ideología y su partido pasaba a ser de centro-progresista.

La Corriente Democrática que rompió con el PRI en 1987 no se hizo llamar de izquierda. En sus primeros años el PRD no se reclamó de izquierda, a pesar de todo el historial de los comunistas y revolucionarios que convocaron a su fundación; fue hasta su cuarto congreso de marzo en 1998 que se definió de izquierda. De manera un tanto vergonzante, pues su dictamen tuvo que ser incluido en el documento de estatutos y no en la declaración de principios. El nuevo partido de izquierda fue creado y desarrollado sustancialmente bajo la influencia del nacionalismo revolucionario. La izquierda combativa, tanto en su versión comunista como revolucionaria, pasó de cantar la Internacional a cantar el Himno Nacional; pasaron de internacionalistas a nacionalistas; de levantar su brazo izquierdo a levantar el derecho (salvo honrosas excepciones). Estas últimas siendo posiciones simbólicas no tenían porqué pasar desapercibidas.

Paralelamente al PRD surgieron opciones partidistas como el PT y otras que sin registro como partido político, pretendieron llenar el vacío socialista que dejaba el PMS. Todas estas experiencias no pasaron  ni han pasado de ser proyectos testimoniales.   

A estas alturas, el principal dirigente perredista que encabeza el gobierno de la ciudad de México se inspira en Benito Juárez, que fue republicano pero también liberal, que separó las funciones del estado con las de la iglesia siendo católico; aunque Adolfo Gilly -ideólogo influyente en el PRD- aconseja, que ante la “nueva disputa por la historia y por la definición de la nación”(cuestión que es válida) para la “izquierda socialista, es obvio que no pueden ser Benito Juárez y el liberalismo el terreno ideal hacia el cual se repliegue.”[6]

Las políticas sociales que impulsa López Obrador son diseñadas no bajo criterios de justicia social, sino bajo la óptica de garantizar una buena clientela política. Lo importante es ser adulto mayor, discapacitado, joven o mujer, sin importar su condición social; no se aplica el principio de equidad: tratar de manera desigual a desiguales. En el mejor de los casos si los pobres son los principales beneficiados con este tipo de asistencialismo se aplica la clásica política del viejo régimen: sostenerse y proyectarse en el poder  a costilla de los pobres.

Pero entonces ¿qué es ser de izquierda? Para empezar, es preciso recordar primero la distinción que hace Bobbio entre izquierda y derecha: “el criterio más frecuentemente adoptado para distinguir la derecha de la izquierda es el de la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad, que es junto al de la libertad y al ideal de la paz, uno de los fines últimos que se proponen alcanzar y por los cuales están dispuestos a luchar.”[7] Todas aquellas acciones y políticas que se encaminan a disminuir realmente la desigualdad, combatiendo la pobreza y la miseria, sin poner en riesgo la libertad y la paz, deben ser actitudes que nos distingan de las derechas; más, no podrían ser las únicas, puesto que hay otros temas como la ecología, indigenismo, nacionalismo y terrorismo que muy fácilmente dividen no sólo a las izquierdas de las derechas, sino también a las izquierdas.

Ahora bien, es común encontrar pocas o casi nada de diferencias entre los partidos políticos cuando abordan la cuestión social en sus respectivas plataformas. Las diferencias se presentan en los énfasis y en los instrumentos  o medios para conseguir los objetivos sociales; paradójicamente, entre las izquierdas las diferencias son más marcadas, pues existen aquellas que luchan por la expropiación de los medios de producción y las que consideran que es suficiente el aumento y la reorientación del gasto público, sin importar los equilibrios fiscales. En temas de política las izquierdas se identifican más, pero toman distancia en cuestiones de estrategia; si intentamos definirlas a partir de su práctica  el problema se complica, pues son fuertes los resabios clientelares y corporativos  que arrastran.

Finalmente ¿Qué caracteriza a la izquierda? Fernández Santillán señala que “...a pesar de la heterogeneidad de sus componentes, la izquierda se caracteriza por favorecer el cambio, la igualdad, la justicia distributiva, la emancipación de los oprimidos, la dignidad de los menos afortunados y, también, por ir en contra de los privilegios...”[8] Una definición acertada, de la cual todos podríamos estar de acuerdo; sin embargo, el problema de la izquierda en México (incluyo a los priístas y expriístas que ya se reclaman de izquierda o de centro izquierda) es su cultura política, su práctica, sus políticas de gobierno, que en muchos de los casos distan de ser de izquierda. “De hecho, la cúpula perredista sé autodefine de izquierda sin saber a ciencia cierta que es lo que esto significa. Así, la presidenta nacional del sol azteca, Amalia García, reconoce: Aunque el PRD sea un partido de izquierda, en realidad no le hemos dado contenido a ese concepto... necesitamos saber que significaría eso para nosotros...”[9] Sucede entonces que la izquierda mexicana es sui generis, una izquierda a la mexicana: muy colorida y con un discurso emancipador, liberador y justiciero, pero con una práctica pre-democrática, clientelar, corporativa, asistencialista, populista, patrimonialista, caudillista, corrupta, etc.  ¿Significa esto que el talón de Aquiles de la izquierda no sólo es su programa sino sobre todo su cultura política, su bajo nivel intelectual y su falta de espíritu crítico?.  Es todo a la vez, pero sus vicios salen a relucir más cuando empieza a ser gobierno, cuando los recursos y el poder crecen y están a la mano.

Esta crisis cultural de la izquierda[10] y en general de la clase política en México, ha llevado a varios intelectuales y escritores a plantear la importancia de la ética en la política; en el sentido que las personas involucradas en el medio político tengan suficiente ética o moral   (para el caso a tratar es lo mismo), provocando entre ellos un fuerte debate acerca de la relación que debe tener la moral y la política.[11] Pero ésta polémica no se reduce sólo al medio intelectual, sino que se amplia a la sociedad; particularmente cuando se cuestiona severamente a la política, considerándola un medio para el enriquecimiento, para la corrupción, para el favoritismo y el influyentismo. Todas ellas prácticas nocivas para la política y para la sociedad, pero que terminan siendo aceptadas con resignación: es como todo, todos son iguales,...y, además, siguen siendo parte de un círculo vicioso y de complicidades mutuas: los políticos necesitan de clientelas y la gente de ellos.

Es menester entender la relación entre moral y política, partiendo en principio que la distinción entre ambas “coincide con la diferencia entre lo privado y lo público. Lo que se llama correctamente moral opera solamente en la vida privada, en la pública hay otras reglas”,[12] o como dice Savater, “la ética busca mejorar a las personas, la política busca mejorar a las instituciones.”[13] Pero la incorrecta interpretación de esa relación ha llevado a muchos a hablar de moral política, incluso de derecho moral o moral jurídica, cuando de siglos atrás tanto Kant como Maquiavelo, separaron claramente las funciones tanto del derecho como de la política. Por eso, “no hay religión, moral ni derecho que, por si solos, puedan garantizar (la) convivencia. Sólo la política lo puede hacer, porque ella es, además de una feroz lucha por el poder, también la base de entendimientos entre contendientes que garantiza, por su propia naturaleza, la subsistencia de la sociedad ordenada y organizada.”[14]

Si distinguimos que la moral y la política tienen sus propios campos de acción es importante también encontrar, como dice Octavio Paz, sus vasos comunicantes. “¿La política puede ser viable y moral? Sí, dice Paz. Y esa política debe fundarse en los principios que inspiraron a la modernidad en su nacimiento: la libertad, la igualdad y el puente que las une, la fraternidad. [15] En relación a los valores, Savater lo plantea así: los valores en los cuales coinciden la ética y la mejor política son: la inviolabilidad de la persona humana (no convertir a las personas en meras herramientas o instrumentos), la autonomía de la persona (decisión de cada quien a plantearse sus ideales y formas de vida específicas) y la dignidad de la persona (tratar a cada quien de acuerdo con sus méritos y acciones concretas, y no de acuerdo con su sexo, raza, ideología u otros criterios). El político realmente tiene que ser consciente de que, de alguna manera, su gestión es educativa en cierta medida; el político debe destacar precisamente por su austeridad, porque sea capaz de mostrar una imagen de ciudadanía civil, solidaria, sin ostentaciones, y eso también es la función educativa.[16]  Estos principios y valores son los que la izquierda y la clase política en general tienen extraviados y que tendrán que hacer suyos si quieren contribuir a que la política no siga degradándose.

La política tiene que ser vista como una vocación de servicio y el político como un guardián del bien común. Recuperar la política como un espacio para el diálogo, el entendimiento y las soluciones de los problemas nacionales y no sólo como un espacio para las reyertas y la manipulación.

 

TABÚES, MITOS Y DEMAGOGIA


La crisis de la izquierda en México podría resumirse en su incapacidad para adaptarse a  los cambios sociales y económicos. Aún arrastra un pesado lastre de prejuicios o tabúes, frases, mitos y demagogia,  que le imposibilita entender -o no quiere entender por razones políticas y electorales- la evolución de los acontecimientos; es una izquierda que se encierra en sí misma. Vayan algunas perlas:

Al régimen político cubano no se le debe criticar porque es ponerse del lado del imperio; reunirse con la disidencia cubana es traicionar nuestros principios; el neoliberalismo es la etapa muy superior del capitalismo salvaje; rechazo total al neoliberalismo (léase imperialismo); somos de izquierda pero no liberales; la globalidad es responsabilidad del neoliberalismo; el foxismo es el cuarto gobierno del neoliberalismo; a partir de De la Madrid todos han sido neoliberales, los de antes....de la revolución mexicana; más impuestos empobrece a la población; la inversión privada en la CFE y PEMEX es la privatización; los ataques del gobierno a ex-funcionarios de PEMEX y al sindicato son con el fin de privatizar la empresa; eliminar algunos subsidios a los servicios como la luz eléctrica es con la intención de privatizarla; nuestro primer objetivo es defender la soberanía; la eficiencia, la productividad y la calidad total es de mentalidad empresarial; apoyar la lucha contra el terrorismo mundial y aliarse con los E.U. es estar en contra de nuestros principios y poner en riesgo nuestra soberanía; con el foxismo está en juego la educación laica y la libertad de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo; la nueva ley de derechos y cultura indígena no respeta la autonomía de sus pueblos; todos somos marcos; todos somos árabes; la sociedad civil está de acuerdo con nosotros; las ONGs no son como los partidos; represento a la sociedad civil; si votaste por Fox eres panista; estas conmigo o estas en contra mía; primero los pobres; las variables macroeconómicas no sirven si la gente sigue igual; prensa vendida; el PRI se desmorona; el PAN es la ultraderecha; la alternativa es Cárdenas; la Jornada es de izquierda; el Reforma es de la derecha; al gravar el capital especulativo ya no se necesita gravar al consumo; el IVA a alimentos y medicinas es un atentado contra los pobres; cobrar impuestos a los libros es vulnerar la lectura y la cultura; grabar los derechos de autor y a los creadores es no tener...; al quitarnos la exención nos dan un trato de albañiles; nosotros tenemos la razón histórica; nada por encima de la ley... no mas mi residencia; no a los giros negros... que no le entren conmigo; no más recursos al IPAB; no al Plan Puebla Panamá; y así podríamos seguir señalando una serie de rosarios, que han sido y siguen siendo parte del discurso y práctica de una izquierda poco creativa y lúcida para los nuevos tiempos.

Sin duda alguna todas estas frases pueden y deben ser motivo de una gran polémica. Las dejo ahí para su reflexión y su posterior tratamiento.


¿ES VIABLE LA SOCIALDEMOCRACIA EN MÉXICO?

Muchos del mundo de la izquierda no creen en ella, la consideran que sólo es una propuesta europea y por lo tanto no válida para México; y no pocos la etiquetan como de derecha. A pesar de los pesares, como dice Pedro Aguirre: “Un fantasma recorre México, el fantasma de la socialdemocracia.”[17]

Los intentos  por construir una opción de tan importante significado en nuestro país no han faltado. Es más, si somos buenos observadores, en la propia constitución política de 1917 se presentan algunos contenidos al respecto; antes de la fundación del PNR surgieron partidos con esta tendencia como el cooperativista y el laborista. El mismo Efraín González Morfín, siendo candidato del PAN a la presidencia en 1970 “en sus discursos mencionó la necesidad de un Estado rector pero no proteccionista, de que la iniciativa privada no bastaba para generar los empleos...; propuso al congreso de la unión la ley de cogestión, para que los obreros tuvieran participación en la dirección, administración y ganancia de las empresas, la cual derivó más tarde en la ley de utilidades...; en 1974 en su convención nacional (del PAN) el Dr. Octavio Corral, del estado de Chihuahua, propuso que esa entidad política abrazara las causas del socialismo democrático...”[18] En el PRI Porfirio Muñoz Ledo fue impulsor de esta corriente y al PRD, contra viento y marea, lo convirtió en miembro permanente de la Internacional Socialista. Recordemos también a los Sánchez Aguilar con el Partido Socialdemócrata. Actualmente al seno del PRD existen consistentes corrientes  que se reclaman socialdemócratas. El mismo Jorge Castañeda, desde el gabinete, no deja de ser un socialdemócrata. El último experimento y que fue atractivo para diversos sectores sociales, durante la campaña presidencial, es el que dirigió Rincón Gallardo.

Pero “el fantasma de la socialdemocracia” se ha hecho más presente sobre todo a partir de la alternancia política del dos de julio de 2000. Hay socialdemócratas en el PRD, en el PRI, en Convergencia por la Democracia, varios de los nuevos partidos que buscan su registro se reclaman socialdemócratas. Todo parece indicar que nominalmente ya somos mayoría. Si así fuera de fácil y sencillo ya estuviésemos construyendo un nuevo partido; lamentablemente no es así, y sí se corre el riesgo de trillar y manosear un concepto que sintetiza toda una tradición histórica; no se descarta que algunos lo utilicen simplemente como un nuevo ropaje para ocultar su verdadero rostro, que por cierto, esto ha sido común en la política mexicana. De ahí la gran responsabilidad que tenemos los que por convicción somos socialdemócratas, para que hagamos el mayor esfuerzo por impulsar iniciativas conjuntas, con una proyección de largo aliento y no reducirlas a coyunturas electorales.

Pero lo que finalmente tendrá que definir a una izquierda socialdemócrata no será el nombre, sino sus contenidos, su perfil, sus características, su cultura democrática, su congruencia y su práctica política. Quienes consideran que es una propuesta de uso exclusivo de los europeos lo más probable es que piensen de manera dogmática y nacionalista. Un grave error de la vieja izquierda fue calcar experimentos y discursos de los soviéticos, Chinos, de Europa del este, de Cuba, Vietnam, de Albania y Corea, sin analizar las condiciones específicas de México; no fuimos capaces de interpretar correctamente nuestra realidad. Pero también no hay que olvidar que la utopía socialista es una propuesta universal: la libertad, la igualdad, la equidad, la fraternidad, la justicia, la democracia, entre otros valores y principios; que lamentablemente en algunos casos, no han sido aplicados correctamente desde una perspectiva socialista.

Por eso el tema de la socialdemocracia, como dice acertadamente Ricardo lagos, no tiene que ser “un diálogo exclusivamente del Atlántico Norte, ya que estamos frente a una temática de alcance y relevancia global para todos quienes deseamos conjugar los ideales libertarios de la socialdemocracia con la eficacia económica.”[19] A pesar de los grados de desarrollo de Europa con respecto a América Latina, no obsta para aplicar líneas de política que son consustanciales a la socialdemocracia como proyecto universal y en el entendido, que cada país tendrá sus propios acentos y prioridades. Como dice el mismo Lagos “la Tercera Vía no puede entonces tener el mismo acento en una Europa de 30,000 dólares per cápita que en una América Latina de menos de 5,000 dólares... Más aún si tomamos en cuenta que... es la región con la distribución del ingreso más desigual del mundo.”[20] Tanto en México como en el resto de Latinoamérica nuestra prioridad tendrá que ser el impulso de políticas públicas que disminuyan drásticamente la pobreza y la miseria, de incluir a los excluidos; buscando mejorar los niveles de equidad y de integración social.  “La apuesta de la socialdemocracia es la de un esquema económico que establece como su máxima prioridad un nuevo modelo de distribución de la riqueza sobre la base de una economía sana y con obligaciones y derechos fiscales legítimos y fundamentales para todos los ciudadanos.”[21]  

En el tema de la democracia, en México cabalgamos muy a la zaga de las necesidades políticas y sociales, por la simple y sencilla razón que “la democracia sigue siendo el nudo gordiano de la izquierda.”[22] Somos un país con una clase política que mayoritariamente ha sido formada al cobijo del viejo régimen político; un régimen que no fue militar pero sí autoritario. Y una izquierda -en todas sus vertientes- atrincherada durante décadas en la clandestinidad, con métodos de lucha extra-constitucionales. Los espacios de participación política se reducían a los sindicatos, universidades, organizaciones campesinas y populares. Espacios donde emanó una conciencia fundamentalmente gremial y economicista, con métodos y discursos incendiarios. No obstante que en los últimos veinte años la cultura democrática ha evolucionado favorablemente, ésta es aún insuficiente para arribar a un sistema de partidos genuinamente democrático; además se requiere, cambiar la mentalidad,  métodos, estilos y prácticas, y darles una inconfundible identidad democrática.

Para avanzar en este imperativo propósito socialdemócrata, es imprescindible dejar atrás muchos prejuicios, protagonismos egocéntricos y prácticas sectarias. Nadie debe porqué patentizar la propuesta, pues tiene que ser incluyente; nadie debe porqué descalificar a unos, pues tiene que ser un proyecto plural; nadie tiene porqué erigirse como el caudillo, pues tiene que ser un proyecto colectivo y horizontal; y nadie tendría que lamentarse por dejar atrás intereses políticos particulares, si de lo que se trata es de construir y hacer valer  un proyecto nacional.    

PERFIL


Una izquierda que por sus contenidos y  fisonomía sea diferente a la de los actuales partidos políticos. La sociedad y los ciudadanos deben identificar claramente las opciones; se trata de poner en disputa proyectos y no precisamente personalidades. La consolidación de un sistema democrático y plural de seguro producirá infinidad de partidos y los obligará, si aspiran a ser una verdadera opción de gobierno, a precisar sus propuestas y estrategias. Sin pretender delinear cada uno de los contenidos que perfilen una propuesta socialdemócrata, es necesario establecer algunas posiciones que las deslinden de las que sostiene la izquierda tradicional.[23]

En ese sentido, un asunto medular a resolver es el nuevo papel del estado. La renovación de la socialdemocracia Europea (Tercera Vía) surge a partir de la crítica a la socialdemocracia clásica, que diseño un Estado con fuerte intervención en la vida económica y social, quedando la sociedad civil subordinada al estado; y de la crítica al neoliberalismo o thatcherismo que establece un fundamentalismo de mercado con un gobierno mínimo.[24] Para el caso de México, el surgimiento de una izquierda renovada y actualizada tiene que partir de una  crítica profunda al Estado populista y corporativo, emanado de la revolución; y de una crítica severa al neoliberalismo a la mexicana que apareció a principio de los ochentas.

No está de más señalar que la sustitución de un modelo por otro, tanto en Europa como en México, no fueron de borrón y cuenta nueva. En ambas latitudes se conservaron instituciones y políticas que les permitieran a los gobiernos estabilidad y gobernabilidad. Por eso la crítica a ambos modelos no debe ser unilateral, pues finalmente existen cambios, políticas y condiciones que son irreversibles. En otras palabras, de la crítica multiforme, no puede salir un modelo global alternativo, pues de lo que se trata no es de ofrecer el mañana sino construir políticas específicas para hoy y acordes a la realidad. Como dice Krauze, “la izquierda necesita menos predicadores y más ingenieros cívicos.”[25] 

*  *  *
Un Estado para que cumpla cabalmente su responsabilidad social debe hacerse de suficientes recursos. Con una tasa impositiva tan baja, como la que tenemos, es prácticamente imposible que el estado cumpla plenamente con los servicios y políticas públicas tan indispensables como la educación, salud, infraestructura, medio ambiente, seguridad y justicia; se requiere que de manera consistente lleguemos a una tasa impositiva del 30% con relación al PIB. Para ello es indispensable no sólo gravar los impuestos suntuarios, sino sobre todo impulsar una tasa única para todos los productos, bienes y servicios. En el cobro de impuestos no debe haber sectores y productos privilegiados, en todo caso el sesgo regresivo de los impuestos indirectos puede revertirse con políticas compensatorias y reorientando justamente el gasto público. Paralelamente, revisar los precios y tarifas de algunos servicios, a la baja o a la alza y de manera equitativa, tomando en cuenta los costos reales. El congreso y el propio ejecutivo, en todos sus niveles, tendrán que vigilar y fiscalizar la aplicación de los recursos con mucho celo: la transparencia es indispensable para revertir la apreciación que tiene la población con relación al fin de los recursos.

Un estado con finanzas sanas, requiere también de una baja inflación, con una política cambiaria de ajuste permanente; tasas de interés atractivas para la inversión; modernizar la planta productiva nacional, particularmente la industria eléctrica y la del petróleo y sus derivados, haciendo compatible la soberanía sobre nuestros recursos naturales con la inversión privada; reorientar los subsidios particularmente hacia el campo y pugnar por la actualización del TLC, para disminuir de manera sólida la competencia desleal y el deterioro de la industria y agricultura nacionales. Por otro lado, tanto el crecimiento económico como el empleo ya no deben ser impulsados a través de un gasto deficitario, la deuda pública tiene que disminuir.

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Una izquierda congruente y consecuente es aquella que lucha contra los privilegios. La izquierda nació combatiendo los privilegios del rey, pero ahora tolera el privilegio de los caudillos; la izquierda mexicana nació criticando el nacionalismo revolucionario como ideología de la revolución mexicana y terminó por abrazarla; la izquierda se desenvolvió criticando la aristocracia obrera, pero ahora la defiende de sus privilegios; en fin, necesitamos una izquierda que diga y defienda lo que piensa y que actúe como piensa.

Recientemente, a raíz de los escándalos de corrupción en PEMEX, tanto el PRI como el PRD manifestaron su atavismo, al declarar que detrás de los ataques a ex funcionarios y sindicato está la firme intención de privatizar la empresa. Nada de crítica y sí mucha autocomplacencia a los altos grados de corrupción, improductividad e ineficiencia administrativa, cuando bien saben de la terrible lacra que representa éste y otros sindicatos de empresas del estado. “Hoy es de izquierda pedir transparencia, reconocer y combatir la corrupción y exigir que se castigue  a quienes han usufructuado en provecho propio el patrimonio nacional. Es de izquierda reconocer que los contratos colectivos de esas empresas (paraestatales) contienen vicios inadmisibles y que los sindicatos respectivos viven de esos privilegios.”[26] En un contexto general, Luis Salazar lo plantea así: “si la izquierda quiere tener futuro y ser parte de este futuro necesita rearticular los valores de justicia, libertad, emancipación con los valores de eficiencia, gobernabilidad, racionalidad y productividad”[27] . La nueva izquierda tiene que familiarizarse con estos conceptos y vivir con ellos, aplicándolos a distintas esferas de la sociedad y el estado.

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Los derechos ciudadanos es parte de la agenda de toda organización política, pero estos tienen que ser consustanciales al cumplimiento de la ley y de nuestras responsabilidades. Somos buenos exigiendo pero malos cumpliendo, exigimos mayores responsabilidades al estado y nos pronunciamos en contra del pago de impuestos; demandamos agilidad en las vías de tránsito sin cumplir su reglamento, reclamamos mayores apoyos para los mercados públicos y los locatarios no pagan luz, agua y predial; se aplaude la determinación de la corte respecto a la “ley robles”, pero se le acusa de parcial en su resolución respecto a las elecciones de Tabasco; se pugna porque no se reglamenten las marchas, pero se siguen perjudicando derechos de terceros; en fin, el mundo de cabeza.

Un estado socialmente responsable sólo es posible si éste es de derecho, pero además que fomente la cultura de la responsabilidad: el pagar el agua no me autoriza para desperdiciarla o el pagar tres metros en vía pública no me autoriza para tomarme seis. Los servicios que proporciona el estado, que en última instancia son parte de los impuestos que pagamos, tienen que aprovecharse de modo eficaz y deben ser fiscalizados por todos; “...no es suficiente que la gente esté protegida por el estado: deben sentir también la urgencia de  la responsabilidad, pues se tienen derechos, pero también responsabilidades...; porque cuando los derechos se elevan sobre las responsabilidades, lo que (acaba produciéndose es) un declive en los deberes recíprocos y el apoyo mutuo.”[28] No debemos seguir siendo una sociedad autocomplaciente, poco emprendedora y sin iniciativa, provocado por un estado paternalista y renuente a la aplicación de la ley.

*  *  *
A pesar de tener su origen en principios y valores universales, tradicionalmente la izquierda en México ha sido clasista, popular, de suma de minorías y nacionalista, lo que no le ha permitido alcanzar a representar a la mayoría nacional.  Otra de las identidades de nuestras izquierdas son sus símbolos y personajes: santificación de nuestras culturas originales como el sol azteca, Cuauhtémoc y Quetzalcóatl; Zapata y su fusil; el Che y el comandante Castro. Todos ellos símbolos y personajes muy respetables de nuestras historias, pero insuficientes para adaptarnos a la vida actual; la izquierda en general sigue siendo romántica y providencial, sin entender que vivimos con nuevas generaciones cada vez más dinámicas e influidas por las nuevas tecnologías. Las graves carencias actuales, exigen de nuestra parte mejores elaboraciones programáticas  y apta creatividad  para la resolución de los grandes problemas nacionales.

La izquierda de hoy tiene que ser universalista, en el sentido que su compromiso es por causas grandes y por valores y principios universales. Fragmentar su programa por compromisos con identidades particulares o minorías sociales, le puede garantizar una buena clientela política pero no suficiente para ser una opción de gobierno. “El proyecto de la izquierda es universalista: es para todos los seres humanos... no es la libertad para los accionistas o los negros, sino para todos. No es la igualdad para todos los miembros del barrick club o los minusválidos, sino para todos. No es la fraternidad sólo para los estudiantes de eton o los gays, sino para todos. Y la política de la identidad no es esencialmente para todos, sino para los miembros de sólo un grupo específico.”[29] Puede ser muy polémica esta posición de Hobsbawm, pero la realidad ha demostrado que las identidades particulares como el feminismo o el indigenismo, entre otras, colocan en primer plano su interés específico por encima del proyecto integral, plural y de todos. Por eso sus militancias generalmente la hacen indistintamente en cualquier partido, de preferencia en aquellos donde logren sus objetivos; aunque la gran mayoría de estos movimientos se consideran de izquierda.

No se trata tampoco que tales identidades no sean parte de un proyecto global e integral, pero debe quedarnos claro que un programa de izquierda no puede ser la suma de intereses particulares, sino la expresión de una visión de conjunto. Los temas que pueden desatar mayor polémica son los relacionados con el indigenismo y el feminismo. La “izquierda antropológica”  es muy propensa a la santificación de las costumbres y culturas de nuestros antepasados indígenas, sin dejar de ser parte de nuestra historia imborrable, no podemos llegar al absurdo de poner encima de los derechos individuales los usos y costumbres de la comunidad, ni tampoco establecer un estatuto jurídico por encima del que tenemos todos los mexicanos. La mejor dignidad para los pueblos indios es que logren convertirse en verdaderos ciudadanos y que sepan defenderse de las atrocidades y vejaciones que se “esconden” detrás de los usos y costumbres de sus comunidades.

Uno de los usos y costumbres de los partidos es el de otorgarles por estatuto el 50 o 30 por ciento de espacios a las mujeres en los órganos de dirección partidista y en los puestos de elección popular, aunque a decir verdad, éstas decisiones obedecen más a cuestiones de estrategia política que de equidad de genero. Las acciones afirmativas, como se le llama en Europa, son consecuencia de todo un proceso cultural y educativo, y que no es vista como una disputa de géneros. Nadie puede ni debe obtener por cuestiones de género, preferencia sexual, raza o edad, sino es por sus méritos; la dignidad de la persona es por lo que es y no por lo que lo diferencia de los otros. Lo congruente es establecer una política donde todas y todos tengan las mismas oportunidades y derechos (políticas de estado) y se promocione el esfuerzo, el compromiso y las capacidades para alcanzar eficiencia y profesionalismo en las diversas actividades de la vida social y política.     
 
*  *  *
El 11 de septiembre del año pasado salió a relucir no sólo la debilidad de la seguridad mundial, particularmente la de Estados Unidos,  sino también los viejos atavismos del PRI y del PRD. Sin la mínima reflexión de la nueva realidad mundial y nacional se lanzaron en defensa de los tradicionales principios de política exterior, acusando al gobierno federal y a su canciller de entreguistas

Durante décadas, los gobiernos priístas utilizaron el discurso de la soberanía nacional, mientras debajo de la mesa establecían acuerdos desventajosos para nuestro país; defendían los derechos humanos afuera aunque dentro los violaban. Hoy, las condiciones son otras y por otra parte, no se puede tener un discurso y hacer cosas distintas, mucho menos si se trata de la seguridad y futuro de México; además, no hay que perder de vista que “... las prioridades básicas de su desarrollo, sus intereses como nación que lucha por la modernidad, convergen con las de Estados Unidos, su socio principal en el Tratado de Libre Comercio, ya se trate de seguridad, de energía, de los flujos migratorios o del crecimiento con mejor reparto del ingreso ... pero la tormentosa relación histórica con el vecino del norte distorsiona, cuando no impide, esta visión de intereses y valores.”[30]  Desde el punto de vista económico, geopolítico, migratorio, incluso cultural “México puede y debe convertir la vecindad en una oportunidad: convertir el riesgo que los norteamericanos perciben como nuestra oportunidad para apalancar nuestro desarrollo.”[31] Y si para lograrlo plenamente implica la actualización de nuestra norma constitucional no hay que dudar en hacerlo.

El otro tabú en política exterior es el caso de Cuba, confundiendo la solidaridad con el pueblo cubano con el apoyo al régimen político castrista. Son cosas distintas y que emplaza a la izquierda a renovarse o a seguir anclada en el autoritarismo. Lo nada novedoso son las coincidencias de una parte de la izquierda con las del nacionalismo priísta; después del triunfo de Fox han pasado a ser  los “fieles” defensores de las libertades individuales en México, pero cómplices en la violación de los derechos humanos del pueblo cubano. El criminal bloqueo comercial que los Estados Unidos ejerce sobre la isla no es para desentendernos de las elementales garantías individuales a las cuales tienen derecho todos los hombres en cualquier rincón de la tierra.

*  *  *
Nuestra historia ha estado llena de dramatismos y de revueltas violentas, que acorde a la historia oficial del viejo régimen hay fieles y traidores; y “...los historiadores (bajo la influencia política) se han empeñado en relatarla en blanco y negro, sin matices, muy a la manera romántica. Así, los de un signo aceptan unas etapas y rechazan otras; mientras tanto, los otros, hacen lo contrario.”[32] La clase política y sus partidos, sin hacer su propia lectura, repiten los dogmas de la “historia oficial” o adoptan sus héroes de acuerdo a la conveniencia o circunstancia política.

La historia no es de los vencedores ni de los vencidos, es de todas las generaciones: es mestiza, plural y abierta a otras culturas. Curiosamente, en nuestra historia se le rinde más honores  a los mártires que a los forjadores de instituciones. La historia leída sólo como una disputa entre liberales y conservadores, nubla sus aportes y errores de ambas partes; los prejuicios en la historia han alejado a la izquierda de la lectura de pensadores tanto de la corriente conservadora como liberal. Particularmente en ésta última hay una serie de puntos de encuentro con los principios libertarios de una izquierda moderna, empero, contradictoriamente el conservadurismo (la vuelta al pasado) es más visible en la actual izquierda. 

El distanciamiento con el liberalismo puede explicarse porque en las épocas de la revolución industrial “...el liberalismo (sin matices ni diferenciaciones) se asoció más con la economía que con la política; se le calificó en ultima instancia de capitalista, se ganó la hostilidad de los trabajadores ...,(cuando) el liberalismo significó la supremacía de la ley y el estado constitucional, y la libertad era la libertad política, no el principio económico del comercio o, todavía peor, la ley de la supervivencia de los mejores dotados...”[33] Durante el siglo XX tanto el nacionalismo revolucionario como la izquierda, se distanciaron de la revolución francesa y se acercaron a la rusa: un discurso socializante y una práctica autoritaria.

Hoy, una izquierda moderna tendrá que asociar los principios de la equidad y la solidaridad con los del liberalismo político; de abanderar las causas republicanas y liberales de la constitución de 1857 con las causas sociales de la constitución de 1917; se trata de una convergencia de los ideales de justicia social que inspiraron a la revolución rusa con los ideales cívicos y libertarios de la revolución francesa. Esa combinación de principios igualitarios con los libertarios es, como dice Bobbio, el socialismo liberal. En ésta izquierda hay que pensar.
                                                                                                              



[1]  Ilán Semo. “Del centro a la izquierda: La zona incierta.” La Jornada 5 de agosto de 2000.
[2]  José Antonio Crespo. “Nueva opción de izquierda.” El Universal 16 de octubre de 2000.
[3]  Soledad Loaeza describe a los partidos antisistema como aquellos que recurren a la exacerbación de los
    antagonismos de un electorado temeroso, frustrado, ansioso o impaciente.  Más sobre el tema en Oposición       
    y Democracia. Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática. I.F.E:
[4]  Ricardo Alemán. “Itinerario Político.” El Universal, 28 de Abril de 2001.
[5]  En las resoluciones de su XVIII asamblea nacional de noviembre de 2001, reafirmaron los preceptos del
    nacionalismo revolucionario como postulados básicos del partido.
[6]   Adolfo Gilly. “La modernización conservadora. México 2001” La Jornada 12 de Enero de 2001.
[7]   Norberto Bobbio.  “Derecha e Izquierda”  Santillana, S.A. Taurus, 1995.
[8]   J. Fernández Santillán. “Para distinguir los extremos: Izquierda, centro y derecha” Bucareli Ocho No. 159,
    13 de agosto de 2000.
[9]    Marco Aurelio Sánchez cita a Amalia García en su libro PRD: El rostro y la mascara, p. 110, Centro de     
     Estudios Política Comparada y Centro de Estudios para la Transición  Democrática, A.C., edición 2001.
[10]  Desde mi punto de vista “ Crisis Cultural” podría ser el concepto más adecuado para entender la 
     profundidad de la crisis ideológica y política de la izquierda mexicana.
[11]  En México el último fuerte debate se presentó en 1995 y parte de 1996, cuyos principales protagonistas 
     fueron Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Bernardo Batíz, Sergio Aguayo, Rafael Guillén, Arnaldo
     Córdova, José Antonio Aguilar, Octavio Paz, entre otros. Un recuento de polémicas los puede encontrar
     en la revista Nexos No. 220 de abril de 1996.
[12]  Norberto Bobbio. “Política y Moral” Revista Nexos 172, abril de 1992.
[13]  Fernando Savater. “Ética, Política, Ciudadanía” Grijalbo, Raya en el Agua y
     Causa Ciudadana, 1998.
[14]  Arnaldo Córdova. “Lo Bueno y lo Malo en la Política”, revista Nexos 220, abril de 1996.
[15]  Roberto Pliego citando a Octavio Paz en “Moral y Política: un recuento...”, Nexos No. 220, abril de 1996.
[16]  Fernando Savater, Idem.
[17]  Pedro Aguirre. “La Alternativa Socialdemócrata” Fundación por la Socialdemocracia de las Américas,
      diciembre de 2001.
[18]  René Cervera. Experimentos en México de Social Democracia. Ponencia en foros de convergencia, 16 de
      noviembre de 2001.
[19]  Ricardo Lagos. “ Otra tercera vía”, revista Nexos No. 260, agosto de 1999.
[20]  Idem.
[21]  Gilberto Rincón Gallardo.  “Los desafios de la economía” en A Contracorriente p. 239, Centro de Estudios
     para la Reforma del Estado, A.C. 1999.
[22]  Roger Bartra. “La izquierda ante las elecciones de 1988” en Oficio Mexicano p. 171, Edit. Grijalbo, 1993.
[23]  En una ponencia presentada el 16 de noviembre de 2001 en foros de convergencia y de próxima
     publicación,  expongo “Algunas definiciones para un proyecto y discurso socialdemócrata”. Consúltese
     también el libro La alternativa Socialdemócrata de Pedro Aguirre. Fundación por la Socialdemocracia de          
     las Américas, dic. 2001.
[24]  Para conocer ampliamente estas críticas consúltese La tercera vía y La tercera vía y sus críticos,
     Anthony Giddens,  Taurus 1998 y 2000, respectivamente.
[25]  Enrique Krauze. “Por una izquierda con sentido práctico”, ponencia en los foros de discusión del PRD,    
      publicación del partido, 1998.
[26]  Alberto J. Olvera. “Pemex, la corrupción y la izquierda”, La Jornada, 2 de febrero de 2002.
[27]  Luis Salazar. “Ser de izquierda” Entrevista de Antonella Attili en La política y la izquierda de fin de      
     siglo”, p. 141, Cal y Arena, 1997.
[28]  Anthony Giddens. La tercera vía y sus críticos, pp. 15 y 16, Taurus, 2001.
[29]  Eric Hobsbawm. “La política de la identidad y la izquierda”, Nexos No. 224, agosto de 1996.

[30]  Felipe González. “Riesgo y oportunidad”, EL PAIS, 14 de noviembre de 2001.
[31]  Luis Rubio. “Del riesgo a la oportunidad”, Nexos No. 288, diciembre 2001.
[32]  Josefina Zoraida Vázquez. Una historia de México,  SEP, 1995.
[33]  Giovanni Sartori. Teoría de la democracia p. 454, Alianza Universidad, 1991. 

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