miércoles, 18 de enero de 2012

EL PRD DE CARA A SU X CONGRESO


EL PRD DE CARA A SU X CONGRESO
Ignacio Pinacho
2 de agosto de 2007

El 16, 17, 18 y 19 de agosto el Partido de la Revolución Democrática realizará su Décimo Congreso Nacional Extraordinario. En él se discutirán sus documentos básicos y la estrategia política a seguir en los próximos años. A casi 20 años de su fundación y a un año de la polémica elección presidencial, el Sol Azteca ha obtenido muchos triunfos y avances en su consolidación como partido político de izquierda.

Sin embargo, aún no resuelve ni asimila su condición de ser partido en el gobierno y en la oposición. Oscila y vacila entre un partido contestatario -sin respetar las reglas de competencia- y un partido que gobierna sin saber para qué proyecto político. La mayoría de sus gobiernos son proyectos personales o de corrientes políticas. No existen distinciones sustanciales -salvo honrosas excepciones- entre sus gobiernos y los del pasado régimen: impregnados de corrupción, utilización del erario público para campañas, nepotismo, acarreo, clientelismo, intolerancia y casi nula rendición de cuentas y transparencia en sus acciones de gobierno.

Su mayor distinción es el establecimiento de políticas para beneficiar, vía recursos directos, a los sectores más vulnerables de la población. Sin dejar de reconocer la importancia de estos programas, en la práctica éstos se han convertido en claras correas de transmisión del partido y de sus grupos políticos, reproduciéndose así la vieja cultura paternalista y corporativa de hacer política. No hay ningún interés por generar conciencia cívica y ciudadana.

Desde la oposición el PRD sigue arrastrando los métodos y estilos de lucha de cuando el régimen político era monolítico y autoritario. Es más, en el discurso y práctica López-Obradorista tal pareciera que el régimen actual es el mismo al de hace treinta o veinte años, nada ha cambiado. Por lo mismo no es aventurado decir que AMLO ha hecho retroceder a la izquierda muchos años atrás, aunque, paradójicamente, es el que ha logrado posicionarla más en el poder.

En la oposición el PRD es un partido antisistema, que recurre a la exacerbación de los conflictos, aprovechándose de las inconformidades, la impaciencia y frustración de determinados sectores de la población. La colaboración y el acuerdo lo observa como una traición. Aún no asimila que la oposición es un pilar sustancial de toda democracia pluralista y parte en la solución de los problemas. Al oscilar entre la democracia y la violencia lo vuelve un partido no confiable a los ojos de la ciudadanía, ni tampoco lo convierte -en el corto plazo- en una opción de poder para el país.

Internamente, el partido sigue sin ser congruente con las banderas que postula afuera. No cuenta con un sistema electoral y de garantías y disciplina confiables; los derechos del militante son suplantados por el de las corrientes o grupos. No existe ciudadanía ni militancia, existen súbditos y clientelas. Los órganos de dirección del partido se vuelven decorativos ante las apabullantes decisiones de las corrientes. De ser un partido ciudadano, en sus orígenes, ha terminado por ser un partido de grupos y organizaciones corporativas, cuyos dirigentes obedecen a sus muy particulares intereses por encima del partido y de un proyecto común.

Entre otros, estos son algunos de los retos y dilemas que el PRD debe afrontar en su Congreso. Si todo resulta -como se vislumbra- una simple medición de fuerzas entre los dos principales precandidatos a dirigir el partido (Encinas y Ortega) terminaremos por ver más de lo mismo: una izquierda predemocrática y contestataria. La verdad deseo equivocarme.

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