EL
PRD DE CARA A SU X CONGRESO
Ignacio Pinacho
2 de agosto de 2007
El 16, 17, 18 y 19 de agosto el
Partido de la Revolución Democrática realizará su Décimo Congreso Nacional
Extraordinario. En él se discutirán sus documentos básicos y la estrategia
política a seguir en los próximos años. A casi 20 años de su fundación y a un
año de la polémica elección presidencial, el Sol Azteca ha obtenido muchos triunfos y avances en su
consolidación como partido político de izquierda.
Sin embargo, aún no resuelve ni
asimila su condición de ser partido en el gobierno y en la oposición. Oscila y
vacila entre un partido contestatario -sin respetar las reglas de competencia-
y un partido que gobierna sin saber para qué proyecto político. La mayoría de
sus gobiernos son proyectos personales o de corrientes políticas. No existen
distinciones sustanciales -salvo honrosas excepciones- entre sus gobiernos y
los del pasado régimen: impregnados de corrupción, utilización del erario
público para campañas, nepotismo, acarreo, clientelismo, intolerancia y casi
nula rendición de cuentas y transparencia en sus acciones de gobierno.
Su mayor distinción es el
establecimiento de políticas para beneficiar, vía recursos directos, a los
sectores más vulnerables de la población. Sin dejar de reconocer la importancia
de estos programas, en la práctica éstos se han convertido en claras correas de transmisión del partido y de
sus grupos políticos, reproduciéndose así la vieja cultura paternalista y
corporativa de hacer política. No hay ningún interés por generar conciencia
cívica y ciudadana.
Desde la oposición el PRD sigue
arrastrando los métodos y estilos de lucha de cuando el régimen político era
monolítico y autoritario. Es más, en el discurso y práctica López-Obradorista tal pareciera que el
régimen actual es el mismo al de hace treinta o veinte años, nada ha cambiado.
Por lo mismo no es aventurado decir que AMLO ha hecho retroceder a la izquierda
muchos años atrás, aunque, paradójicamente, es el que ha logrado posicionarla
más en el poder.
En la oposición el PRD es un partido antisistema, que recurre a la exacerbación
de los conflictos, aprovechándose de las inconformidades, la impaciencia y
frustración de determinados sectores de la población. La colaboración y el
acuerdo lo observa como una traición. Aún no asimila que la oposición es un
pilar sustancial de toda democracia pluralista y parte en la solución de los problemas.
Al oscilar entre la democracia y la violencia lo vuelve un partido no confiable
a los ojos de la ciudadanía, ni tampoco lo convierte -en el corto plazo- en una
opción de poder para el país.
Internamente, el partido sigue sin ser
congruente con las banderas que postula afuera. No cuenta con un sistema
electoral y de garantías y disciplina confiables; los derechos del militante
son suplantados por el de las corrientes o grupos. No existe ciudadanía ni
militancia, existen súbditos y clientelas. Los órganos de dirección del partido
se vuelven decorativos ante las apabullantes decisiones de las corrientes. De
ser un partido ciudadano, en sus orígenes, ha terminado por ser un partido de
grupos y organizaciones corporativas, cuyos dirigentes obedecen a sus muy
particulares intereses por encima del partido y de un proyecto común.
Entre otros, estos son algunos de los
retos y dilemas que el PRD debe afrontar en su Congreso. Si todo resulta -como
se vislumbra- una simple medición de fuerzas entre los dos principales
precandidatos a dirigir el partido (Encinas y Ortega) terminaremos por ver más
de lo mismo: una izquierda predemocrática y contestataria. La verdad deseo
equivocarme.
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