REFLEXIONES
ANTICIPADAS, DESPUES DEL 2 DE JULIO
Ignacio Pinacho
29 de junio de 2006
1.- Durante más de 5 años, después de la alternancia
del año 2000, al interior y fuera del Congreso de la Unión todos los actores
políticos y partidos no dejaron de señalar la importancia de impulsar una
segunda generación de reformas en materia política y electoral, con el fin de
consolidar nuestra democracia. Todo mundo sabía, de antemano, que si
careceríamos de tales reformas en el 2006 podíamos llegar a unas elecciones
-tal cómo se demostró durante la larga campaña- dónde los medios de
comunicación y el dinero podían incidir en las preferencias y en los resultados
electorales. Pero nada se hizo para impedirlo, bajo valores entendidos los tres
principales partidos no demostraron voluntad política ni visión de estado.
Seguramente en el transcurso del próximo sexenio volverán a presentarse los
escándalos por los dineros mal habidos que se aplicaron a las campañas.
2.- Mientras no contemos con una renovada
legislación electoral, en seis años más viviremos, nuevamente, una campaña a la
vieja y “nueva” usanza: reparto de bienes y servicios a los electores; culto a
la personalidad en torno a los candidatos, dónde éstos demuestran –unos más
otros menos- su mesianismo y sus convicciones redentoras; compra y coacción del
voto, a través de prácticas corporativas; guerra de spots para incidir en el
subconsciente de los electores. Prácticas, como muchas otras más, que en el
lugar de cultivar una emancipación ciudadana siguen creando súbditos y
clientelas. Obsérvese también, por cierto, cómo a diferencia del 2000, en este
año -como consecuencia del discurso polarizante y rijoso- en diversas regiones
del país se presentan “focos rojos” que, ojalá, no trasciendan más allá de lo anecdótico
de las campañas.
3.- También sabemos que la instalación de un
congreso de tres tercios, dónde ninguna fuerza política predominará, nos
llevará a una nueva disputa entre el ejecutivo y el legislativo, dónde si no
existiese la voluntad política para los grandes acuerdos y reformas,
seguramente seguiremos contando con un estado deficitario que no responde a los
grandes retos sociales, y con una economía de endeble crecimiento que nos
seguirá relegando de la competitividad internacional.
4.- El mejor escenario para gobernar el país, para
cualquiera de los tres principales candidatos, se puede dar con un nuevo diseño
y reforma al régimen político. Esto es, que el nuevo presidente de nuestro país
asuma las facultades de Presidente de Estado y que una mayoría parlamentaria
nombre a un Jefe de Gabinete o Jefe de Gobierno. Existen condiciones para que
esta reforma constitucional se realice en una sesión extraordinaria de la
actual legislatura o en el primer periodo ordinario de la próxima legislatura.
Esto permitiría, sin duda alguna, la instalación de un gobierno de coalición
que permita la urgente necesidad de una gobernabilidad democrática y la
formulación de políticas de estado, más allá de los periodos sexenales. La
pregunta sería ¿entre qué fuerzas es más viable un gobierno de coalición? La
respuesta no es sencilla, pero sí podemos bosquejar algunos escenarios.
5.- En estricto orden de aparición. Primer escenario:
si gana Felipe Calderón, por su mayor capacidad de negociación y sensibilidad
políticas, es más probable un acuerdo en torno a la figura de Jefe de Gabinete
o de Gobierno. Su propuesta de Gobierno de Coalición y Gabinete Plural se
acerca más a esta idea. La fuerza política con la cual tendría mayores
condiciones de pactar sería con una mayoría de legisladores del PRI y con los
grupos parlamentarios minoritarios. En el entendido que la negociación no sólo
sería por integrar el gobierno de coalición sino también y, sobre todo, el
programa de gobierno.
6.- Segundo escenario: si gana Roberto Madrazo,
aunque no ha sido muy explícito respecto a si está de acuerdo con un Gobierno
de Coalición, plantea en su plataforma la necesidad de contar con un nuevo
pacto político. El PRI tiene una ventaja. Su estancia en el poder le permitió
aprender, particularmente en el periodo de Salinas y Zedillo, que en una
sociedad plural y con un congreso dividido únicamente se puede ser eficaz
llegando acuerdos con la oposición, no obstante que siendo oposición, su
conducta fue totalmente contraria. Las fuerzas con las cuales podría integrar un
gobierno de coalición serían más de interrogantes que de certezas, en virtud
que sus propuestas de gobierno oscilan entre el pasado y la modernidad.
7.- Tercer escenario: si gana López Obrador, de
acuerdo a su plataforma de gobierno y a sus últimas declaraciones, la
posibilidad de un gobierno de Coalición no lo tiene contemplado. No obstante
que ha hecho referencia a la necesidad de un nuevo pacto social semejante a los
movimientos de independencia, la reforma y la revolución, aún no señala el
cómo. Su propuesta es contradictoria porque no es posible la creación de un
nuevo pacto social mientras él considere que no son necesarias las reformas
constitucionales. Si únicamente le apuesta a lograr acuerdos con el congreso
-así de abstracto- sólo a partir de sus propuestas muy difícilmente contaremos
con un nuevo andamiaje constitucional que dé como resultado una gobernabilidad
democrática y eficaz.
8.- El otro escenario es que, independientemente de
quien sea el Presidente de la República, una mayoría parlamentaria pacte una
serie de reformas distintas o de mayor calado que prefiguren una política
diferente a la sostenida por el ejecutivo. Aún así, la necesidad de los
acuerdos entre las principales fuerzas políticas se volverá indispensable, en
razón que las facultades constitucionales del Poder Ejecutivo y del Poder
Legislativo se encuentran sobrepuestas. Dicho de otra forma, resultado de la
nueva y vigorosa pluralidad política, ya no contamos y ya no es funcional una
presidencia imperial, ni tampoco contamos con un gobierno parlamentario. Existe
algo así como un empate de poder.
9.- Al final de cuentas, cualquier escenario que
resulte del voto ciudadano del próximo domingo, la clase política mexicana –
con todo lo desgastada y desprestigiada que está- tiene que ponerse las pilas y
hacer su tarea, y la sociedad estar atenta e incidir en el curso de los
acontecimientos. Algunas iniciativas ciudadanas y políticas (Foro tres de
julio, Coalición Ciudadana, Conferencia por la Gobernabilidad Democrática, Acuerdo
por la Gobernabilidad Democrática) que están en curso y que reclaman la
necesidad de acuerdos que garanticen una transición sexenal tersa y una
gobernabilidad democrática, deberán de ser lo suficientemente incisivas para
que los próximos representantes del poder ejecutivo y legislativo y los
partidos políticos se sienten en la mesa, sin que se paren, para alcanzar los
grandes acuerdos que el país reclama.
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