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DE JULIO DE 2003: PLATAFORMA PARA EL
2006
Ignacio
Pinacho
6 de noviembre de
2002
La disputa electoral del 6 de julio de 2003 ya inició. El gobierno foxista será sometido a refrendo; el PAN tendrá que demostrar su verdadera fuerza; el PRI se alista para intentar regresar a los pinos; el PRD buscará llegar a los niveles de votación de 1997; el PVEM y PT tendrán que demostrar de que están hechos sin los apoyos gubernamentales que los vio nacer; los partidos recientes y emergentes tendrán que confirmar si pueden ser opciones de arraigo social. Estarán en disputa 500 diputaciones federales, seis gubernaturas: Campeche, Colima, Nuevo León, Sonora, Querétaro y San Luis Potosí; 912 presidencias municipales; 502 diputaciones locales; 16 Delegaciones Políticas en el D.F. y 66 diputaciones de la Asamblea Legislativa del D.F. Más de 60 millones de potenciales votantes estarán a disposición de los candidatos en el mercado político.
En el entendido que las elecciones de
julio no modificará sustancialmente la correlación de fuerzas políticas, sí se
distinguen de otras intermedias por ser una clara plataforma de lanzamiento
para el 2006; de manera muy anticipada se barajan nombres de personajes de los
diversos partidos políticos. Ante la ausencia de una mejor legislación política
y electoral y de partidos, todos ellos vienen tejiendo de ya sus alianzas
políticas de manera anticipada, mientras la agenda del cambio sigue
prorrogándose.
Las estrategias electorales empiezan a
desenvolverse; las tendencias y escenarios electorales tensan y concentran a
las direcciones políticas de los partidos; otros factores, como los medios de
comunicación, la imagen de los partidos, la lucha contra la corrupción, la
aprobación del presupuesto de ingresos y egresos en el Congreso, entre otros,
también juegan su papel en las elecciones. Como en ningún otro sexenio, en éste
se ha desatado la disputa por la presidencia de la república con mucha
anticipación.
ESTRATEGIAS ELECTORALES
EL
PAN
Teniendo como objetivo central
alcanzar el 43% de la votación nacional (para obtener mayoría absoluta en la
cámara baja), el PAN se propone impulsar dos estrategias cardinales: combatir
el abstencionismo y lograr el mayor número de votos, independientemente de quién
gane; y dos, evitar caídas electorales producto de factores exógenos, es decir,
de tal forma que errores del gobierno federal, por ejemplo, no les afecte de
manera determinante. Se trata de ganar y modificar sustancialmente la
correlación de fuerzas en la cámara baja, para darle al gobierno de Vicente Fox
el mayor margen de maniobra para avanzar en el proceso de transición.
Para lograrlo, el PAN considera
esencial entender el reto de ser partido en el gobierno, lo que lo obliga a
desarrollar instrumentos que contribuyan a satisfacer las demandas de la
ciudadanía, a través del acceso a los programas de apoyo del gobierno federal.
En una serie de manuales, distribuidos en el partido, se divulgan las acciones de gobierno de alto impacto; con
la finalidad que los militantes sepan exactamente hacia donde y a quien dirigir
sus actividades de campaña. En los manuales se detallan las guías para promover
los proyectos como el de empleo temporal, fomento ganadero, programa oportunidades, superación de la pobreza
urbana, programa nacional de becas, entre otros. Todo este programa ha sido
elaborado por la Dirección Nacional de Promoción Ciudadana del CEN del PAN.
Por otro lado, se procura aprovechar
la experiencia e infraestructura que se obtuvo en el año 2000 con los Amigos de Fox, creando un nuevo organismo
extrapartidario (Amigos 2, apoyo al cambio) que pretende tejer toda una
red ciudadana para conservar y estimular la libertad de acción política, y que
tenga como fin seguir impulsando el cambio que representó la elección del dos
de julio de 2000. De igual forma, a través de la Secretaria de Acción Juvenil,
se ha creado un proyecto llamado Amigo Azul, que tiene como objetivo
contar con 100 mil simpatizantes, apoyándose en la estructura que heredó Amigos de Fox.
EL
PRD
Su estrategia se basa en “presentar a
la sociedad mexicana la imagen de un partido renovado, que ha aprendido de las
experiencias, y en particular la del año 2000; y que ha corregido sus errores,
ha superado las divisiones internas, ha consolidado su vida institucional y hoy
puede ofrecer una visión y una capacidad para conducir los cambios necesarios
que el país requiere; preservando el patrimonio nacional, las conquistas
sociales que son históricas para las grandes mayorías nacionales y los valores
culturales que le dan identidad a nuestra nación ”.
El objetivo del PRD es aumentar su
nivel de votación en comparación al año 2000, de pasar del 19 por ciento al 25
ó 28 por ciento de la votación nacional. Esto tendría que traducirse en ganar
100 distritos electorales y 130 diputaciones federales en total. En otras
palabras, el perredismo pretende ganar la mayoría de los distritos electorales
ahí donde ha obtenido más del 30 por ciento de la votación en alguna de las dos
últimas elecciones federales o en los distritos ubicados donde gobiernan. Las
entidades que el PRD ubica como medulares para su estrategia son Michoacán,
Distrito Federal, Tabasco, Zacatecas, Oaxaca, Guerrero, Tlaxcala y Baja
California Sur.
La táctica perredista arranca con un
análisis detallado por distrito y con el nombramiento de tres dirigentes
responsables por cada uno de los distritos electorales. Estos “operadores
políticos ” tendrán, ente otras funciones, las organizar encuestas y sondeos
para detectar las posibles y mejores candidaturas y las probables alianzas. En
las ciudades grandes y medias, el PRD intentará promover proyectos y liderazgos
nuevos, que le permita posicionarse en los sectores medios y altos de la
población.
Para lograr todos estos propósitos,
los perredistas apremian y valoran su unidad interna, y trabajan por definir un
pacto interno entre todas sus corrientes políticas, con la finalidad que sus
candidaturas sean las más fuertes, independientemente al grupo al que
pertenezcan o que sean externas.
Toda esta decisión política, está
pensada y enfocada para alcanzar la suficiente fuerza que les permita
posicionarse bien rumbo a las elecciones presidenciales de 2006; explotando
hasta donde sea posible, las experiencias e imagen de sus gobiernos estatales y
municipales.
EL
PRI
Su estrategia tiene como objetivo
primordial ganar la mayoría de los puestos de elección popular en disputa.
Partiendo de la experiencia exitosa que cosecharon en Nayarit, los priistas
implantarán un proyecto que lo clasifican de lo más avanzado y que consiste, en
crear un modelo para la contienda de mayoría relativa, y otro, para la
contienda de representación proporcional.
Los modelos incluyen una intensa
campaña que buscará captar el sufragio de la clase media de los centros urbanos del país. La CNOP será
de sus puntales básicos para lograr dicho objetivo, además, el priismo ve con
buenos ojos la construcción de alianzas con partidos, organizaciones no
gubernamentales y agrupaciones políticas nacionales; avanzará en la rearticulación
de la red de gestión social del partido a través de sus comités seccionales. Se
trata de lograr una mejor comunicación con las clases medias populares, y
resolver sus múltiples problemas que se han visto agravados por la política
económica errática del gobierno, señala la estrategia electoral (Un modelo
de unidad congruencia) elaborada por su Secretaría de Acción Electoral.
Por otro lado, se persigue incorporar a todos los alcaldes de filiación priista a una táctica electoral específica llamada cohesión para ganar. Para ello, se proponen redimensionar y fortalecer la rendición de cuentas en el uso de los recursos, con el fin de que la transparencia sea un valor tomado en cuenta por los electores. Así también, se plantean alianzas con otras fuerzas que tengan planteamientos políticos coincidentes en cada uno de los municipios que gobierna.
Otra de las líneas estratégicas del
priismo es la de promover su novedosa segunda
alianza de representatividad, que consiste en hacer converger a las fuerzas
de la democracia social, con la finalidad de lograr alcanzar una nueva mayoría
que el país reclama.
OTROS
PARTIDOS
Tanto el PSN como el PAS tendrán
serias dificultades para refrendar su registro en julio de 2003. Es probable
que el PVEM, Fuerza Ciudadana y el PLM, establezcan una alianza electoral con
el PRI. Desde cualquier punto de vista a todos les convendría un acuerdo de
este tipo. Los tres primeros garantizarían su registro de antemano y el PRI
obtendría en ellos unos fieles aliados para la elección presidencial.
Convergencia y México Posible se
disputarán el centro político abandonado por el PRD. Ambas fuerzas políticas, con sus respectivos
matices y acentos, reivindican a la socialdemocracia. Convergencia, que ha
logrado crecer con gran consistencia, pretende alcanzar el suficiente nivel de
votación que le permita llegar a ser la cuarta fuerza política del País. México
Posible, pretende disputarle el voto verde al PVEM y conquistar el voto de las minorías sociales que se manifestó en la
elección del 2000.
En el D. F. Convergencia y México
Posible tienen posibilidades de explorar la vía de las candidaturas comunes,
tanto para Jefes Delegacionales como para Diputados locales. Esto ayudaría a
posicionar a una izquierda nueva y diferente a la del populismo perredista. Si
ambos partidos consiguieran refrendar su registro nacional, se colocarían en
excelentes condiciones -como coalición- para ser una opción viable en el 2006.
TENDENCIAS
Y ESCENARIOS ELECTORALES
Resultado de veintiún elecciones que
se han realizado durante los años 2001 y 2002, los partidos políticos empiezan
a hacer sus cuentas y a efectuar sus proyecciones rumbo a las elecciones de
julio del 2003. La oposición hace cuentas alegres a partir de la menor votación
que ha tenido el PAN respecto a las elecciones de julio de 2000; no obstante,
que los tres principales partidos presentan una tendencia a la baja en su
votación, porque, como es natural, la participación en elecciones intermedias o
locales es mucho menor que la registrada en una elección presidencial.
Empero, es de señalar que el PAN no
sólo ha sacando menos votos, sino que éstos se concentran sólo en algunas
regiones. Es una dispersión de votos que resulta poco eficiente y recomendable
para una elección nacional como la del año próximo.
María
de las Heras
publicó un estudio en julio pasado, tomando como base las elecciones en
2001-2002 que se realizaron en 19 estados de la república y donde se concentra
el 46 por ciento de votantes del país que, al compararla con la votación de
julio de 2000, muestra interesantes proyecciones.
En las entidades que consideró de
las Heras para el análisis se
concentran 142 distritos electorales federales. De ellos 50 los ganó el PAN en
la elección presidencial, 78 los ganó el PRI y 14 el PRD. Con los resultados
locales 2001-2002, vistos en el ámbito de distritos electorales federales, el
PAN estaría ganando 33 distritos, es decir, pierde 17 de los que tenía; 16 los
gana el PRI, para llegar a 94 distritos; y el otro lo gana el PRD, sumando 15 distritos.
Según de las Heras, si ese comportamiento se
mantuviera para las elecciones de julio de 2003 y, además, se repitiera esta
tendencia en el resto del país, entonces el PAN podría ganar en 103 distritos
de Mayoría, 39 menos que los que ganó en el 2000; de éstos el PRI se quedaría
con 27, llegando a 159 distritos de Mayoría; y 12 serían para el PRD, que
llegaría a 38 distritos.
|
PAN
|
PRI
|
PRD
|
TOTAL
|
|
|
PAN
|
PRI
|
PRD
|
TOTAL
|
Distritos
mayoría 2000
(19
estados)
|
50
|
78
|
14
|
142
|
|
Distritos mayoría
2000 (Nacional)
|
142
|
132
|
26
|
300
|
Distritos mayoría
2001-2002
(19 estados)
|
33
|
94
|
15
|
142
|
Estimación 2003
(Nacional)
|
103
|
159
|
38
|
300
|
En cuanto a la votación por partido,
sumando las 19 entidades con elecciones locales 2001-2002, el PAN obtuvo (hasta
la fecha del estudio) 4.3 millones de votos, el PRI 5.9 millones y el PRD 2.3
millones. Comparado con las votaciones de la elección de diputados federales de
2000, el PAN pierde 28 por ciento, el PRD 21 por ciento y el PRI pierde 15 por
ciento.
De acuerdo con estas proyecciones
realizadas por María de las Heras, si
se extrapolan los votos obtenidos en las elecciones locales a nivel nacional,
el PAN en estos momentos (julio 2002) obtendría 10 millones de votos (37%), el
PRI 11.8 millones (43%) y el PRD 5.6 millones (20%). Este análisis no considera
a los partidos pequeños y emergentes.
Entonces, al combinar los porcentajes
de votación para calcular representación proporcional con los distritos de
fórmula de mayoría que ganaría cada partido, bajo el supuesto de que permanecen
las tendencias observadas durante 2001 y 2002, tendríamos que el PAN podría
obtener 176 cúrules, 35 por ciento de la Cámara de Diputados; mientras que el
PRI podría conseguir 245 posiciones, 49 por ciento del total; y el PRD
alcanzaría 79 diputados, 16 por ciento de la Cámara Baja. Hasta aquí las proyecciones de Heras.
En el PAN saben muy bien que en las
elecciones intermedias no les ha ido muy bien, de acuerdo a sus indicadores
históricos. En la elección de 1991, entre los comicios presidenciales de 1988 y
1994, sólo obtuvieron 10 diputaciones federales por mayoría, y en la intermedia
entre 1994 y el 200, ganó 65 diputaciones por mayoría. Para el 2003, el PAN
necesita ganar 157 distritos electorales por mayoría y el 43% de la votación
nacional, para sumar los cúrules suficientes para tener mayoría en la Cámara
Baja y, facilitarle así, al Presidente Fox, un mejor ejercicio de gobierno.
Este propósito se observa difícil de
cumplir, más si consideramos que en las elecciones intermedias la participación
ciudadana disminuye sustancialmente. Además, el blanquiazul tendría que ganar
16 distritos más, si es que puede refrendar el triunfo en los 141 que obtuvo el
dos de julio de 2000, cuando, por cierto, Vicente Fox ganó en 177 distritos
electorales.
En el PRD se analizan todos los
probables escenarios. El escenario político deseable implica el desencanto de
la población con el PAN y el repudio al PRI.
Para conseguirlo, el PRD espera un escenario turbulento, es decir, con
un porcentaje mayor de voto duro o fiel, para que el resultado les permita
regresar al escenario electoral tripartidista de 1997. En este caso, la
Secretaria de Asuntos Electorales calcula que el PAN disminuiría su votación al
28.5 por ciento; el PRI al 32.9 por ciento, su mínimo histórico; y el PRD
recuperaría su votación hasta el 26.2 por ciento, su máximo histórico. Los
demás partidos, señala, recibirían en conjunto un 10 por ciento.
El escenario difícil para el
perredismo, sería un bipartidismo excluyente que afectaría al sistema de
partidos. El PRD bajaría a niveles de no-competencia, es decir, a menos del 15
por ciento de los sufragios. Esto supone una votación para el PAN de
aproximadamente 35.5 por ciento, y el PRI tendría una fuerte recuperación al 43
por ciento. El resto de los partidos tendrían que conformarse con 5.6 por
ciento.
Otra posibilidad prevista por los
perredistas, es que Vicente Fox logre convencer a la población de que requiere
de una ampliación del bono democrático y que el verdadero enemigo del
pueblo de México es el PRI. Esto llevaría a una caída del PRI a un mínimo
histórico de ese partido, con el 32 por ciento de los votos. Situación que
podría ser capitalizada por el PRD, sólo presentándose la posibilidad de que le
vaya bien al Presidente pero no a su partido. El resultado sería entonces: los
panistas con el 34.2 por ciento de los votos, los priistas a la baja con el 32
por ciento y los perredistas al alza con el 20.1 por ciento.
En el PRI se hacen cuentas alegres a
partir de los buenos resultados logrados en la elección de Nayarit. Es más,
tomando en cuenta los resultados en las 21 entidades con procesos electorales,
durante 2001 y en lo va de 2002, y haciendo con los resultados una simple
extrapolarización a nivel nacional, hasta ahora todo apunta a que el PAN podría
tener el 37 por ciento de los votos en la elección federal de julio de 2003,
para el PRD 21 por ciento y el restante 42 por ciento lo tendría el PRI.
Las elecciones de Coahuila y Guerrero
sólo ratificaron las tendencias electorales que se han venido presentando
después de la alternancia. Las elecciones que están por realizarse en Hidalgo
no modificarán sustancialmente esta situación. En todo caso habrá que esperarse
a las elecciones de marzo en el Estado
de México, que podrían arrojar resultados que marquen cierta tendencia para las
de julio del 2003. Por cierto, entre esta entidad y el D. F. concentran 66 de
los distritos electorales federales. Entidades que, de acuerdos a encuestas y
sondeos, el PAN estaría disminuido frente a un gobierno perredista muy popular
en la ciudad de México y un Gobernador priista, en la entidad vecina, dispuesto
a posicionarse como precandidato de su partido para el 2006.
En suma, como señala María de las Heras, tenemos un PAN que
queda lejos de su votación del 2000 (en total ha perdido el 28 por ciento de
los votos que tuvo en las 21 entidades donde se realizaron elecciones locales);
un PRD donde no estaba sigue sin estar y donde ya tenía presencia la consolida;
y el PRI con una votación 13 por ciento menor que la que obtuvo en el 2000 en
esas 21 entidades federativas, que mal que bien, es el único partido político
que está presente en todas las entidades en calidad de primera o segunda
fuerza, excepto en el D. F.
En la renovación de las gubernaturas
de los Estados de Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Colima, Campeche y
Sonora, el PAN y el PRI serán los principales contendientes. La estrategia del
PAN está encaminada a refrendar el triunfo en Nuevo León y Querétaro, y ganar
por primera vez Sonora; en los casos de San Luis, Campeche y Colima los sondeos
no le son muy favorables. La estrategia
del tricolor pretende recuperar Querétaro y Nuevo León y refrendar las
gubernaturas en los demás estados. Sus sondeos internos ubican tanto al PAN como
al PRI en condiciones de igualdad de oportunidades.
Finalmente, a diferencia del panismo y
perredismo, el priismo si está contemplando de manera más explícita la
posibilidad de alianzas para el 2003. De hecho ya lo ha venido haciendo con el
PVEM y no se descarta que lo haga con Fuerza Ciudadana y el PLM.
Respecto al resto de los partidos la
situación es mucho más complicada, en virtud que la mayoría de ellos tendrán
como objetivo primordial conservar su registro como partido político. El PVEM
está en mejores condiciones para lograrlo. Aquí no vale la ética, sino los
muchos recursos económicos con los que cuenta; además, no hay que olvidar que
en las zonas metropolitanas tiene una
base social sólida. El PT gobierna en una buena cantidad de municipios, lo que
le puede permitir proyectarse desde ahí para alcanzar el mínimo legal.
Entre el PAS, el PSN, el PLM, Fuerza
Ciudadana, México Posible y Convergencia, éste último tiene las mejores
condiciones para conservar su registro. En poco tiempo ha logrado crecer de
manera consistente, a tal grado que en
la actualidad gobierna en 22 municipios, incluidas las capitales de Oaxaca y
Veracruz; cuenta con 241 regidores y 23 síndicos municipales; también cuenta
con 13 legisladores locales, además de dos congresistas federales. En 19
elecciones estatales donde ha participado durante el año 2001 y 2002 ha logrado
refrendar su registro en 17 de ellos, con una votación que oscila entre el 3 y
7 por ciento de la participación total.
Sectores de centro izquierda, no representados
en el PRD ni en el PRI, pueden ver en Convergencia una opción que haga valer
sus propuestas y perspectivas políticas, sólo en la medida que logre proyectar
una opción con rostro y propuesta diferentes y novedosos.
FACTORES
QUE INCIDIRÁN EN LOS RESULTADOS
Más allá de las tendencias y
escenarios electorales rumbo a las elecciones de julio del 2003, existen otros
factores que pueden ser determinantes para definir los niveles de votación para
cada una de las fuerzas políticas.
Para el PAN contará mucho la
percepción que tengan los ciudadanos del gobierno de Vicente Fox. Sin contar
con los recursos meta-constitucionales al estilo del viejo régimen, el gobierno
sí puede influir en el ánimo del electorado: ejerciendo un buen gobierno,
manejando adecuadamente la economía, combatiendo incesantemente la corrupción,
reforzando el ejercicio del poder de manera transparente, no desistiendo en la guerra contra el narcotráfico, etc. Por
otro lado, la falta de acuerdos al interior del Congreso respecto a las reformas
propuestas por el Ejecutivo federal, ha influido más a favor de éste último que
hacia los partidos de oposición.
En sentido contrario, la disminución
del nivel de satisfacción con la gestión gubernamental y considerando que un
buen porcentaje de electores que votaron por Fox en el 2000 ya no lo volverán
hacer por él, la oposición podría capitalizar este factor. En toda alternancia
democrática se crean demasiadas expectativas que muchas de ellas terminan por
estrellarse contra la realidad. Y si a esto le agregamos la escasa capacidad de
maniobra que tiene un gobierno dividido, las
expectativas aterrizan en una disputa casi permanente entre el Ejecutivo y
Legislativo.
El caso Pemexgate es otro factor que, si logra mantenerse por más tiempo,
tendrá un efecto negativo para el PRI. Pero de igual forma, el PRI puede seguir
insistiendo en el caso Amigos de Fox o acusando al gobierno de ineficiente e
inexperto, para influir en el ánimo del electorado. En el PRD, con el arribo de
su nueva dirección política, se atiza la desilución que un sector de la
población tiene respecto al gobierno del cambio, y la idea de que el PRI sigue
siendo un partido corrupto. Marcar sus diferencias con el priismo y el panismo,
le puede permitir ubicarse como una opción que atraiga votantes de ambos lados.
Los Gobernadores y los Congresos
locales también han venido jugando su papel para incidir en las elecciones de
2003. En el Estado de México se modificó el calendario de las elecciones
locales, para tener un mejor control del proceso de parte del gobernador. En
este mismo Estado, junto con Colima y San Luis Potosí, los Congresos locales se
han arrogado la facultad de legislar en materia de partidos políticos
nacionales, imponiendo candados que hacen casi imposible la participación de
los partidos emergentes. En el D. F. el Jefe de Gobierno determina vetar
reformas al código electoral consensadas por todos los partidos y se enfrenta,
rayando en el autoritarismo, a la Asamblea Legislativa y al Instituto Electoral
local.
La Confederación Nacional de
Gobernadores bajo la bandera del federalismo busca posicionar a cada uno de sus
integrantes pero, además, estos pretenden tener un presupuesto favorable para
el 2003 sin tener que recurrir a incrementos o nuevos impuestos locales. Esto les
puede permitir sortear sin muchas dificultades el proceso electoral en cada uno
de sus Estados.
Otro factor que influirá en el
electorado es la imagen de los partidos. En éste terreno el PAN lleva la
delantera. Prácticamente en todos los sondeos de opinión llevados a cabo
durante el 2001 y 2002 el panismo sale mejor librado. A pregunta expresa de por
qué partido votaría si hoy fueran las elecciones, la mayoría de los encuestados
le dan su voto al PAN. Sin embargo, en estos mismos sondeos, se presenta un alto
porcentaje de indecisos y una impactante tercera parte que no se siente
identificado con ninguno de los tres principales partidos. Esta situación puede
ser aprovechada por los partidos pequeños o emergentes.
Por último, dos de los factores que
pueden detonar las tendencias hasta ahora conocidas, es el papel de los medios
de comunicación y las fracturas que internamente sufren los partidos en sus
procesos de elección de candidatos. En el primer caso, acabamos de enterarnos
como Televisa y TV Azteca manifestaron sus preferencias electorales en el 2000.
Respecto a lo segundo, los tres principales partidos, particularmente el PRI y
el PRD, corren con mayores riesgos de división. Las bases panistas pueden
revelarse en la zona metropolitana del valle de México, al sentirse
insatisfechas por la forma tan vertical que elegirán a sus candidatos. El PRD
aún no supera las fracturas de su proceso de elección interna de principios de
año en diferentes estados de la república, incluido el D. F. En el PRI no dejan
de presentarse desprendimientos en cada uno de sus procesos de elección interna
desde hace ya varios años.
EL 2006 A LA VISTA
Si bien es cierto que los resultados
del 6 de julio de 2003 no implicarán un realineamiento profundo en las
preferencias electorales, sí será una sólida plataforma de lanzamiento para la
contienda presidencial de 2006. Casi todos los partidos han realizado sus
respectivos congresos, definiendo en ellos sus nuevas propuestas para darle un
mejor rumbo a sus respectivos proyectos de país.
En los tres principales partidos ya se
barajan nombres y cada uno de los presuntos pre-candidatos empiezan a definir
sus alianzas. Es una contienda muy anticipada que tendrá su primera batalla el
próximo año. Si el PAN y el gobierno no quieren tener una desagradable sorpresa
para el 2006, tendrán que acostumbrarse a lidiar y a llegar a acuerdos con un Congreso divido
y de oposición en el último trieno de gobierno. En el mejor de los casos
tendrán que trabajar desde ahora, a través de intensas negociaciones
multipartidistas, para conformar una clara mayoría en el congreso, capaz de
legislar y gobernar.
La apuesta del PRI se deposita en el
desgaste del gobierno foxista, evidenciarlo como ineficiente e inexperto, ante
un electorado de poca memoria y propenso a seguir reproduciendo las relaciones
paternalistas y clientelares con el poder priista. Muy cercana a esta visión se
ubica el PRD, con la diferencia que cuenta además, con caudillos redentores.
Pensar que todo es sencillamente un
problema de capacidad del ejecutivo nos puede llevar fácilmente a que en el
2006, como dice Mayer Sierra, el grito simplificador ya no sea sacar al PRI,
sino traer al líder mesiánico, de preferencia antineoliberal, al gran prohombre
que con su voluntad de hierro y heroica capacidad nos resuelva los problemas.
Este es precisamente, uno de los riesgos políticos que conlleva la gran mayoría
de regímenes de carácter presidencial en América Latina: que en cada elección
presidencial se concentran demasiadas expectativas y al llegar al poder el
candidato ganador resulta que, sus espacios de maniobra para cumplir con las
promesas de campaña se reducen enormemente, sobre todo cuando el pluralismo y
la composición del congreso es multipartidista. En esta situación, la
gobernabilidad se convierte en una de las principales tareas inmediatas de cualquier fuerza política que llegue al
gobierno.
Por ello, es preocupante ver en los
principales partidos y en los liderazgos políticos de nuestro país, la alta
dosis de cultura presidencialista que encierran; apostándole todo a una
elección presidencial, sin antes pensar en reformar o crear el régimen político
que permita producir gobiernos más eficientes, y poderes públicos que impulsen
una mayor y mejor cooperación entre ellos. Si los gobiernos divididos habrán de ser la regla, y ya no la excepción,
en la vida política de nuestro país, como lo señala acertadamente Javier
Hurtado, el acrecentar las potestades congresionales, sin generar al mismo
tiempo medidas que incentiven la colaboración entre poderes, puede en el fondo
convertirse en un acto de profunda irresponsabilidad legislativa, que sirva
como aliciente para la confrontación entre los mismos.
Ya veremos cual será la agenda
predominante de la legislatura LIX. Si la gran mayoría de los actores le
apuestan primero a lograr la presidencia y desde ahí impulsar los cambios que
consideran pertinentes, sin antes pactar las nuevas reglas democráticas que le
urgen al país, repetiremos la experiencia que estamos viviendo con el actual
gobierno foxista. ¿Qué reforma al régimen político actual? debería de ser la
pregunta a resolver antes de la próxima elección presidencial.
Respecto a las contiendas políticas,
la mayoría de análisis prospectivos coinciden que ninguno de los partidos
grandes por sí solo logrará mayoría absoluta en el 2006 (más de 42% de la
votación). Esto emplazará a cada uno de ellos a buscar alianzas antes o después
de la elección. Pero estas alianzas tendrían que no ser tan laxas y
coyunturales como sucedió en el 2000, pues se expondrían a repetir la
experiencia vivida con el gobierno de Vicente Fox, que a menudo se ve aislado y
sin el apoyo necesario en el Congreso, para impulsar las necesarias reformas
estructurales que requiere el país.
En el caso que una sola fuerza
política alcanzara la mayoría absoluta en ambas Cámaras, se corre el riesgo de
regresar al viejo mundo de la aplanadora y el mayoriteo. No se trata de negar
que todo gobierno de mayoría es consustancial a la democracia, el problema en
México es que esta ventaja se ha utilizado comúnmente para convertirla en
imposición y en exclusión de minorías.
Mientras persista en México un régimen
presidencial, como lo señalan algunos especialistas del tema, lo conveniente
sería establecer la segunda vuelta. Esto acarrearía como consecuencia -por la
salud del sistema de partidos- una buena sacudida y redefiniciones al seno de
los tres principales partidos; pero, también, las obligadas alianzas en la
segunda ronda permitiría instalar gobiernos de coalición, de mayor compromiso
con la gobernabilidad democrática y las reformas.
En este contexto, la disputa por la
presidencia lograría tener más sentido programático que mediático y los
caudillos o candidatos mesiánicos tendrían que supeditarse más a las
instituciones y a tener un compromiso más claro con los valores democráticos.
En el escenario -el más probable-
donde no haya segunda vuelta y que cada fuerza política reconozca que
difícilmente alcanzará la mayoría absoluta en el Congreso, entonces todo puede
apuntar a que se constituyan dos grandes bloques. El primero, decidido a
continuar con los cambios que no alcanzaría a realizar el gobierno actual y a
evitar a toda costa el regreso del PRI; el segundo, de nacionalistas y
populistas, decididos a expulsar a la “derecha conservadora ” de los pinos. Las
opciones intermedias nuevamente se colocarían en otra disyuntiva, como sucedió
en el 2000.
LAS
PRECANDIDATURAS
En el PAN, las precandidaturas de
Santiago Creel y Francisco Barrio pueden atraer sectores políticos y sociales
más allá del panismo tradicional. Los nombres de Luis Felipe Bravo, Diego
Fernández o Felipe Calderón convertirían al PAN en una entidad más cerrada, que
dificultaría las alianzas. La disputa entre doctrinarios y pragmáticos
seguirá vigente en el panismo por varios años más.
En el PRD se empieza a dar un round de sombra respecto a sí es viable
y correcto una alianza con el PRI, mientras tanto, López Obrador le lleva la
delantera al Cardenismo y a Rosario Robles. El triunfo de Lula en Brasil ha
conmovido a más de un Cardenista. Respecto a la corriente modernizadora al
interior de este partido, por lo que se observa, es cada vez más reducida su
presencia. El destino de los amachuhos está en convertirse en otra
opción o en diluirse al interior del populismo, como viene sucediendo. Su
principal protagonista y de visible liderazgo nacional (Amalia García) ha
preferido ir a refugiarse a su natal Estado de Zacatecas y buscar ser candidata
de su partido al gobierno local.
En el PRI hay una fuerte tendencia al
entendimiento interno. Tanto Bartlett como Roberto Madrazo se han deslindado
del demonio neoliberal.
Ideológicamente la identidad con el PRD se vuelve a refrendar. La nueva
dirigencia pretende colocar al priismo en el centro izquierda, de orientación
socialdemocracia, por encima de su asamblea nacional que ratificó los
postulados del nacionalismo revolucionario. La disputa de Labastidistas
contra Madracistas y Elbistas, por lo
que se observa, sólo es parte de un reacomodo de fuerzas por lograr el control
absoluto del partido. Hasta el momento, más allá de Roberto Madrazo y Beatriz
Paredes no se ve que otros dirigentes lleguen pronto a ser figuras nacionales.
Otra alternativa o personaje a
contender por la presidencia, podría
surgir y situarse en lo que se le ha venido denominando como la cuarta
opción. Una candidatura más ciudadanizada, que se deslinde tanto de
la política tradicional como de la antipolítica, respaldada por nuevos
partidos o fuerzas emergentes de orientación claramente socialdemócrata. A este
respecto sobran nombres y propuestas, lo que falta es fuerza y
organicidad.
REFERENCIAS
1.- El PAN instruye a sus militantes en el
gobierno para ganar el 2003. Lucero Ramírez.
Milenio Diario, 4 de agosto de 2002.
2.-
Presentan Amigos segunda parte. Alejandro Salas. Grupo Reforma, 18 de
septiembre de 2002.
3.-
Lista, estrategia electoral del PRD. Lilia Saúl Rodríguez. El Universal, 23 de
septiembre
de 2002.
4.- Ideal del PRD para el 2003: ni pugnas
internas ni dogmas. Mauricio Pérez. Milenio Diario, 29 de julio de 2002.
5.-
"El PRI, por el voto de las clases medias". Entrevista a Manlio Fabio
Beltrones por Nayeli Cortés Cano. Milenio Semanal, 18 de agosto de 2002.
6.-
Incluye PRI Alcaldes en Estrategia 2003. Claudia Guerrero. Grupo Reforma, 8 de
agosto de 2002.
7.-
2003: un PRI, dos estrategias. Entrevista a César Augusto Santiago por Jorge
Fernández Menéndez y Ariel González. Milenio Semanal, 18 de septiembre de 2002.
8.- Una proyección hacia el 2003. Ningún partido
con mayoría absoluta. María de las Heras. Milenio Semanal, 21 de julio de 2002.
9.- Los comicios intermedios, no le son
favorables. Lucero Ramírez. Milenio Diario, 12 de mayo de 2002.
10.-
Convergencia: alianzas para crecer en el 2003. Jesús Ramírez Cuevas. masiosare No. 251, 13 de octubre
de 2002.
11.-
Busca México Posible el voto verde. Entrevista con Patricia Mercado por Guadalupe Irízar, Grupo Reforma, 11 de
septiembre de 2002.
12.-
De la recuperación al fracaso, los escenarios del PRD para el 2003. Mauricio Pérez.
Milenio Diario, 4 de septiembre de 2002.
13.-
En Guerrero, el PRD es el único que avanza. María de las Heras. Milenio Diario,
10 octubre de 2002.
14.-
Rumbo al 2003: los sueños y las pesadillas. Jacinto R. Munguía y Alberto
Aguirre M. Grupo Reforma. Enfoque/Especial 28 de abril de 2002.
15.- Las perspectivas panistas. Jorge
Fernández Menéndez. Milenio Diario, 18 de junio de 2002.
15.-
2003: La primera prueba. José Merino. Milenio Semanal, 18 de septiembre de
2002.
16.-
Partidos y negocios: ya empezó el 2003. Alberto Aziz Nassif. El Universal, 22
de octubre de 2002.
17.-
Será entre PAN y PRI la disputa de gubernaturas. Lucero Ramírez. Milenio
Diario, 21 de octubre de 2002.
18.-
Los factores para el 2003. Manuel Camacho Solís. El Universal, 11 de marzo de
2002.
19.-
Acuerdo de inicio. Jorge Alcocer V.
Reforma, octubre de 2002.
20.-
Las fuentes del desencanto. José Antonio Crespo. El Universal, 4 de julio de
2002.
21.-
¿El regreso del PRI?. Manuel Camacho Solís. El Universal, 25 de febrero de
2002.
22.-
Fracaso del bipartidismo. Josep M. Colomer. El País, 18 de septiembre de 2002.
23.-
¿Torpeza o bloqueo?. Carlos Elizondo Mayer Sierra. Reforma, 5 de julio de 2002.
24.-
¿Fortalecer al Legislativo?. Javier Hurtado. Reforma, 3 de octubre de 2002.
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