miércoles, 18 de enero de 2012

LA MORAL, LA ÉTICA Y LA POLÍTICA


LA MORAL, LA ÉTICA Y LA POLÍTICA
Ignacio Pinacho
10 de diciembre de 2004


Casualmente el 9 de diciembre del presente, que la ONU lo ha declarado como el “Día Internacional contra la Corrupción”, en varios medios de comunicación apareció una declaración del presidente nacional de Convergencia donde sostiene que “la moral y la ética hay que dejárselas a los sacerdotes y a la iglesia” como uno de los recursos discursivos para defender la postulación de las esposas como candidatas y que sucedan, inmediatamente, en el poder político a sus maridos. Esta declaración puede parecer una ironía, como lo sostiene un periodista, sin embargo la declaración refleja y describe el perfil de uno de los tantos políticos que tenemos en nuestro país y que nos han “ayudado” a colocar a la política en los niveles más bajos de aceptación entre la ciudadanía.

Para Dante Delgado no existe una relación -y no dudo que entre muchos otros y otras- entre la ética, la moral y la política. En otras palabras, a los clérigos les dejamos la ética y la moral, y a los políticos les dejamos lo demás. ¿Qué será lo demás? ¿El poder a costa de todo? ¿Lo importante es el fin y no los medios?.

Quienes pensamos que la ética sí tiene una relación concreta con la política es porque nos preocupa el grave deterioro de la acción pública y los efectos nefastos que provoca en la vida social y política. ¿Si en el ámbito clerical la moral y la ética están deterioradas como será en el ámbito político? ¿O cómo nos podríamos explicar la percepción que tiene la ciudadanía de los políticos y de los partidos? ¿No es posible explicárnoslo desde un punto de vista ético? ¿O como se lo explicarían los políticos?

Dice Fernando Savater, uno de los filósofos prominentes del mundo contemporáneo, que la ética es la actitud y la intención del individuo frente a sus obligaciones sociales y personales. Queriendo decir con ello que la ética no se circunscribe exclusivamente al ámbito de lo privado porque, como dice el mismo, la ética debe de servir para vigilar a la política.

Si algo debe de preocupar a la clase política de este país es precisamente sus acciones personales que tienen un efecto público; sus acciones personales en el ámbito privado no nos interesan, esas se la dejamos al mundo de la farándula. A diferencia de Dante Delgado yo sostengo que la intención de una persona de suceder, inmediatamente, a un consanguíneo, esposa o esposo en el poder demuestra no sólo un problema ético, sino que también refleja la visión trasnochada que tienen de la democracia y del poder público.

Quienes nos oponemos a esa práctica hemos sido muy claro: no es un problema legal ni de genero, ni mucho menos de coartarle derechos individuales a las personas. De ahí la intención que existe, entre diversos Diputados y Senadores de todos los partidos, para reformar y adecuar los requisitos no sólo para ser presidente de la República, sino también para ser gobernador y presidente municipal. La democracia, desde su origen, es un asunto de todos y para evitar que tenga vueltas al pasado es indispensable su perfeccionamiento; reformar nuestra carta magna para evitar que se instalen en el poder las dinastías y noblezas. El poder político por su naturaleza es  público y para democratizarlo y transparentarlo se requieren de reglas y candados, que eviten la reproducción de vicios y prácticas que resguardan los intereses privados por encima de los públicos y sociales.

Respecto a la ética, hay una serie de éticas concretas de acuerdo con la actividad, el puesto o el papel social que cada uno desempeña. Hay cosas perfectamente lícitas y admisibles para un particular que no lo son para un político. Cita el filosofo español que: recibir regalos y obsequios no es nada moralmente ilícito para cualquiera de nosotros, en cuanto somos ciudadanos privados; en cambio, si yo ocupase un alto puesto político y recibiera esos regalos orientados a ganar mis favores en un sentido o en otro  del desarrollo  de mi función pública, ya es distinto. ¿Es lo mismo heredar del esposo, esposa o consanguíneo un bien privado o un bien público como lo es el poder político?

Una de las vinculaciones más claras de la ética con la política (deontología concreta) tiene que ver con la forma de ejercer el poder público. Por ello, dice Savater, “la deontología de un político es negarse al secretismo, negarse al oscurantismo y favorecer la transparencia de la gestión pública, el hecho de que los ciudadanos en cualquier momento puedan preguntar: yo quiero saber qué ha pasado allí, quiero que se me explique ... porque la transparencia es el pacto de honradez entre el político y los ciudadanos”.

Los pactos acordados para respaldar las candidaturas de las esposas de los gobernadores de Tlaxcala y Nayarit no es un asunto privado o solamente un asunto legal, son un asunto público y de ética política, asuntos que deben transparentarse y explicarse para que la política no siga hundiéndose en el pantano.






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