lunes, 6 de febrero de 2012

¿UN NUEVO PARTIDO?


¿UN NUEVO PARTIDO?
Ignacio Pinacho
Enero de 2010



1.- Los partidos políticos son instituciones consustanciales a la democracia, son los principales articuladores y aglutinadores de los intereses políticos y sociales de la sociedad. Es la forma de organización política que distintos sectores de la sociedad asumen para luchar por sus intereses más generales y para la toma del poder político.

2.- Son instituciones de interés público, tienen responsabilidades y funciones que la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos les asigna: … tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan, mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo.

3.- En el viejo régimen presidencialista y antidemocrático, los partidos políticos no tenían asignadas  responsabilidades y derechos iguales, y la representación de intereses sociales con los nacionales se encontraban diluidos y fusionadas en un solo partido. Las oposiciones eran testimoniales y en varios casos subsumidas al régimen político. Las libertades de opinión  y de asociación estaban restringidas a la voluntad del partido en el poder. Era un régimen de partido hegemónico que controlaba la representación de la sociedad a través de sus organizaciones sociales corporativas, sin permitir la existencia legal de otros partidos políticos, y cuando se permitieron éstos eran domesticados o acotados -económica y legalmente- por el régimen.

4.- Empero, el tránsito de un régimen de partido hegemónico a un régimen plural de partidos, que se empezó a construir consistentemente a partir de las elecciones de 1988, ha permitido que en nuestro país se definan reglas y condiciones para que la lucha por el poder público sea en mejores condiciones de igualdad de oportunidades, y que los partidos se conviertan en verdaderos catalizadores de la pluralidad social y garantes de la gobernabilidad democrática.  Los procesos electorales se volvieron competitivos y la alternancia en el poder se convirtió en un proceso natural y de incertidumbre. Premisa básica que todo régimen democrático requiere para serlo.

5.- Las transformaciones democráticas no fueron ni han sido resultado de un proceso lineal y sencillo, requirió y ha requerido del concurso de múltiples organizaciones civiles, actores gubernamentales, económicos y políticos, así como de las diversas opciones partidistas. Esto ha significado por una parte, la creación de nuevas instituciones democráticas y la renovación de otras y, por otra, el diseño de nuevas normas electorales y políticas que le han dado forma y contenido a la configuración de un nuevo régimen de partidos.

Ha sido un proceso -gradual pero consistente y en algunos casos zigzagueante- que no ha estado exento de críticas y retrocesos, en virtud que los partidos políticos en lo general no han cumplido de forma veras su mandato constitucional de hacer de nuestra democracia una forma de gobierno más eficaz, que se vinculen cada vez más con las necesidades de la población. Esta situación ha contribuido para que la sociedad perciba a los políticos y a los partidos como entes lejanos a sus intereses y a los de la nación.

6.- En todo proceso de transformaciones democráticas se presentan tendencias regresivas. En nuestro país que se manifiestan de una forma evidente en las entidades federativas, a través del ejercicio autoritario y feudal del poder por parte de los gobernadores (en particular los de militancia priista), acallando toda oposición por medio de la dádiva, la cooptación y la coerción. Este estado actual de cosas, crea condiciones para el impulso de iniciativas democratizadoras que permitan la generación de contrapesos y equilibrios al poder local, y la generación de nuevas identidades y alternativas partidistas y ciudadanas. Es una necesidad y condición para revertir los cacicazgos del Medioevo.

7.- Estos condicionamientos y contextos políticos nos demuestran, sin duda, que la instauración de un régimen político que haga valer un sistema plural de partidos democráticos, consolidado, incluyente, que alcance a representar al conjunto o a la mayoría de la sociedad, aún está en proceso de construcción. Las reglas electorales que permitan ampliar y consolidar la pluralidad social, ideológica y política e incentive aún más la participación ciudadana, aún están por definirse. En el pasado, varias voces desde el oficialismo y fuera de él pugnaban por la creación de un bipartidismo al estilo norteamericano; sin embargo, la realidad social y el voto ciudadano ha creado un régimen de pluralismo moderado, dónde tres fuerzas políticas nacionales (PAN, PRI y PRD) compiten en condiciones de igualdad por el poder público nacional, y dónde otros partidos con presencia regional o sectorial (PVEM, PT, PANAL y Convergencia) giran alrededor de los anteriores, con un funcionamiento lejano a las prácticas democráticas y transparentes.

8.- El actual es un régimen de pluralismo partidista moderado y limitado, en la medida que las reglas actuales restringen e inhiben el acceso a otras opciones partidistas de corte político, social e ideológico distinto a las actuales. Las actuales leyes electorales están más diseñadas para la creación de minorías partidistas que funcionan más como oligarquías que como entes representativos de los militantes y la sociedad, y excluyen la creación de formaciones partidistas que bien podrían representar de mejor manera determinados intereses sociales, así como la definición de propuestas de gobierno que consoliden la intermediación entre la sociedad y el estado. Las reglas actuales han creado y permitido partidos de corte familiar, burocrático y oligárquico; contribuyendo con ello al deterioro de la política, de las instituciones y de la función pública.

9.- El descredito de la política, de los órganos de representación popular y de los partidos en general, debe ser contrarrestada con el impulso de un nuevo  diseño institucional del actual sistema de partidos, que incentive la participación ciudadana y la pluralidad partidista, así como la constitución de mejores mecanismos democráticos a su interior; haciendo obligatorio el ejercicio transparente y de rendición de cuentas de todos los órganos de dirección y de sus dirigentes, y penalizando su no cumplimiento.

Necesitamos contar con un sistema democrático de partidos institucionales, hacia fuera y dentro; partidos comprometidos con la ley, promotores de una nueva cultura política y cívica, que forjen ciudadanos plenos y que, independientemente de sus ideologías, asuman plenamente sus deberes constitucionales y sepan agregar intereses sociales a la construcción de una sociedad más justa y democrática. Un sistema de partidos moderno que no ponga límites a libertad de asociación política.

10.- Nuestra democracia aún no está lo suficientemente consolidada en determinados órdenes de la sociedad y el estado y, por lo mismo, la posibilidad de que surjan iniciativas para el registro de nuevas formaciones partidistas sigue y debe seguir vigente. Por otra parte, vastos sectores y actores políticos de la sociedad siguen reclamando mayores espacios de participación, sin encontrar una respuesta positiva por parte de los tres principales partidos; persiste una fuerte tendencia en seguir restringiendo la participación ciudadana y el derecho de asociación política partidaria. El régimen de partidos en lugar de abrirse tiende a cerrarse. La abstención, el voto en blanco y el rechazo a la corrupción política, son expresiones de descontento y rechazo al actual statu quo partidista.
11.- En el pasado proceso electoral nacional,  se generó un fuerte movimiento cívico de rechazo al actual sistema de partidos, que llamó a votar en blanco o anular el voto, encontrando grandes simpatías en sectores medios de la sociedad y en el mundo de la academia. Los resultados fueron ilustrativos en algunas regiones del país. De acuerdo a testimonios de funcionarios de casilla alrededor del 80% de votos nulos fueron de una clara y abierta protesta. En las zonas urbanas más politizadas el voto nulo o en blanco alcanzaron su máxima participación. Morelia encabezó la lista con 12.3%, seguida de la ciudad de Puebla (11.9%), el DF (11%), Chihuahua (8.9 %), Aguascalientes (8.8%), Ciudad Juárez (8.2%) San Luis (8.1%) y Tijuana (8%), entre otras más. De acuerdo a José Antonio Crespo, era más difícil transformar la abstención en un voto nulo de protesta. Pero al parecer el voto nulo logró detener —e incluso revertir en cierta medida— la pronunciada pendiente de la abstención. Recordemos que, en 1991, cuando debutó el recién instaurado IFE, la participación fue de 66 por ciento. Seis años después bajó a 58% y en 2003 se redujo aún más, al llegar a 41%. Es decir, una caída de 25 puntos porcentuales en 12 años. De ahí que la proyección de esa tendencia apuntara este año a una abstención incluso mayor, quizá de 70%, como se llegó a sugerir. Si el movimiento anulista de verdad ayudó a revertir el abstencionismo, pues enhorabuena. El voto nulo prevalece donde menor participación hubo: es decir, probablemente el voto nulo sí le ganó terreno a la abstención. Y como nos recuerda el propio Crespo, sabemos que, donde se celebran elecciones para gobernador, la participación tiende a elevarse; en los seis estados en que eso ocurrió, el promedio de participación fue 57%, en tanto que, en los 26 restantes, fue 42%; quince puntos porcentuales de diferencia.

Es de subrayar que muchos promotores de este movimiento cívico, fueron y han sido convocantes, en diferentes momentos, de la construcción de nuevas alternativas partidistas.

12.- Ante la viabilidad de construir formaciones partidistas locales y partidos políticos nacionales, salta a la vista la pregunta ¿Qué tipo de formación política se necesita que sea capaz de ganar los suficientes adeptos sociales y se sostenga como una alternativa? Y dos cuestiones esenciales, construir una nueva fuerza política implica remar en contra de dos tendencias políticas muy consolidadas en la percepción ciudadana: el descredito de la política, y el descredito de los partidos políticos.

Luego entonces, es imprescindible avanzar en la definición de lo que deben ser los estándares mínimos para que un nuevo partido sea claramente diferenciado y atractivo para la ciudadanía. Entre otros aspectos, los siguientes son determinantes: asumir plenamente los derechos garantizados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, rechazar tajantemente el uso de la violencia, de cualquier índole; ejercicio transparente y rendición de cuentas de los órganos de gobierno y dirigentes partidistas; congruencia entre ser oposición y ser gobierno, el ejercicio de la política como dialogo para alcanzar acuerdos; tolerante con el disenso; establecer claramente las líneas de comunicación partidaria, minimizando los altercados internos; institucionalidad, padrón de militantes confiable y rechazo a las practicas corporativas; asumir la responsabilidad por sus funcionarios públicos y dirigentes, que abusan de sus cargos para beneficio personal; formación y capacitación política, reconocimiento de trayectorias, virtudes y prestigios; imparcialidad de los órganos de fiscalización, de garantías y disciplina.

13.- Estableciendo los parámetros del tipo de partido, enseguida habrá que respondernos ¿Con qué principios políticos? ¿De qué ideología política? ¿De derecha, de izquierda, socialdemócrata, liberal, comunista, de minorías, verde, campesino, obrero, popular? Los demócratas no deben de reclamar para sí representaciones absolutas, ni abrogarse los derechos de admisión de quienes deben de participar en la lucha por el poder público. A estas alturas del partido, quienes hemos militado en las izquierdas y el campo democrático, ya no debemos cometer los mismos errores del pasado inmediato que, en más de una vez, ha frustrado a más de una generación de luchadores sociales.  La edificación de una nueva fuerza partidaria amerita no perder de vista esta cuestión esencial; también requiere de mucho profesionalismo y menos improvisación, de más objetividad y menos voluntarismo político, requiere de mucha innovación y de cuadros políticos; requiere de una política de acuerdos y alianzas, con los actores políticos con los cuales sintonizamos en la misma idea.

14.- Se puede construir un partido político a partir de una ideología, a partir de un tema o problema, a partir de un determinado interés económico o social; o a través de una combinación de todos los aspectos citados con énfasis en alguno de ellos. Para que las bases de construcción tengan mayor solidez, es buena decisión empezar por plantear la agenda o los temas que, desarrollados puntualmente, sean los que le vayan dando fisonomía a la formación política; y, en esa medida, la identidad ideológica vendrá por añadidura.

15.- No obstante, no está de más definir el referente más general que nos ubique, sin vacilación, en el espectro político del país. En este tenor, vale recordar el origen histórico y conceptual de la izquierda, que surge de la reivindicación de los derechos del hombre y del ciudadano, que enarboló la revolución francesa; situando a sus máximos representantes del lado izquierdo del parlamento. Este movimiento social y la independencia de los Estados Unidos lograron que en las nuevas Constituciones Políticas los valores como la igualdad y la libertad dejaran de ser solamente conceptos utópicos y filosóficos. En los primeros movimientos obreros se dieron valiosas batallas por el derecho al sufragio, la igualdad ante la ley y el mejoramiento de las condiciones laborales; creándose las situaciones para el surgimiento de los primeros partidos obreros, de corte liberal y socialista. Liberalismo que surgió de una cruenta lucha en contra del oscurantismo de la iglesia que predominaba hasta el siglo XVIII en toda Europa. Socialismo que surgió de una cruenta lucha contra los privilegios, contra la explotación y opresión en las fábricas.

El liberalismo que promueve y defiende las libertades civiles, que establece límites y contrapesos a los gobiernos despóticos y arbitrarios a través de la división de poderes, que considera a todas las personas iguales ante la ley, sin privilegios ni distinciones, y respetuosos de la misma, terminó por ser el bagaje teórico de los primeros partidos progresistas en el viejo continente.

16.- A diferencia de lo que piensan diversas vertientes de la izquierda, el liberalismo como movimiento social y cultural no es del patrimonio exclusivo de las corrientes tradicionalmente identificadas con las derechas. La izquierda nació de esa cruenta lucha contra los privilegios del rey. Libertad, Igualdad y Fraternidad fueron los valores que identificaron a las corrientes políticas que buscaban la abolición de los privilegios del rey y la instauración de una república organizada en tres poderes. El liberalismo político terminó es ser parte de las identidades tanto de las izquierdas como de las derechas democráticas. En todo caso, la diferencia sustancial entre la izquierda democrática y la derecha democrática, es que las luchas de la primera no se limitan a la igualdad ante ley, como suele suceder con la segunda.

17.- En nuestro país, el movimiento de independencia también estuvo influenciado por las ideas liberales de la Ilustración. En el Congreso de Chilpancingo de 1813 y en el Constituyente de 1824  se expresaron con gran nitidez las nuevas ideas libertarias de la nueva España y de la naciente nación mexicana. El liberalismo terminó siendo la identidad ideológica de todas aquellas corrientes políticas que lucharon por la independencia, por la instauración de la república sustentada en tres poderes y contra los privilegios y fueros de la Iglesia.

En México como en Europa, las corrientes progresistas y de izquierda nacieron con las ideas liberales. Fue en la Revolución Mexicana que la izquierda encontró su otra identidad: la justicia social. Las corrientes de izquierda encabezadas por Francisco J. Mújica y Heriberto Jara, participaron en el Constituyente y lograron que  en los artículos 27, 123 y 130 se redactaran las aspiraciones sociales del movimiento anarco-comunista de los Hnos. Flores Magón y las del Plan de Ayala Zapatista, así como los postulados liberales de Juárez en relación a la laicidad del Estado Mexicano. La díada libertad y justicia social bien puede ser considerada la columna vertebral de un partido que se precie ser demócrata y de  izquierda. Ni la libertad debe ser conculcada a costa de la justicia social ni la justicia social debe ser pospuesta a costa de la libertad.

18.- Un nuevo partido de izquierda debe partir de esta premisa. Un partido comprometido con las libertades cívicas-individuales y con la igualdad social. Esta síntesis, liberal-socialista -que puede parecer paradójica porque intenta conciliar sistemas aparentemente contrapuestos- es y debe ser la nueva identidad de una izquierda moderna para México. Una izquierda liberal que sea capaz de mantener juntas estas banderas, sin sacrificar una en beneficio de la otra, es totalmente justificable en razón que los intentos por construir sociedades más igualitarias en detrimento de las libertades civiles -como sucedió en la antigua URSS y en los países del este-  han fracasado, así como los intentos por construir sociedades democráticas en detrimento de la igualdad, como ha venido sucediendo en la mayoría de países subdesarrollados, incluido en nuestro.

19.- Los actuales partidos que se reclaman de izquierda o progresistas, en contracorriente a sus documentos básicos, se caracterizan y siguen siendo sustancialmente antidemocráticos y que a nombre de la igualdad defienden a los gobiernos más autoritarios del continente, como el de Cuba y Venezuela; no se deslindan de las formas extralegales de lucha, ni de la creación de los llamados poderes populares al margen de las instituciones, reconocen a éstas mientras sus sentencias les sean favorables; pugnan por la distribución de la riqueza sin proponer como generarla; suplantan la equidad por la igualdad y promueven derechos especiales en oposición a la igualdad de todos ante la ley.

Estas y otras distinciones de nuestras izquierdas, es resultado del predominio de una cultura alimentada por las dos vertientes que le dieron origen: la del viejo régimen priista-nacionalista y la comunista-revolucionaria. Ninguna de ellas democrática,  libertaria e igualitaria.

20.- En suma, siguen abiertas las posibilidades para construir en México una izquierda defensora de las libertades civiles y la igualdad, al unísono y en consonancia con nuestra experiencia histórica; congruente entre lo que dice y hace, plural y tolerante, nacional y cosmopolita; demócrata e institucional; y liberal y socialista.

Si queremos contribuir a la formación de una NUEVA OPCIÓN política, aquí están delineadas algunas definiciones sobre PORQUE UN NUEVO PARTIDO Y QUÉ TIPO DE PARTIDO. ¡Iniciemos pues, un debate constructivo!



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