miércoles, 18 de enero de 2012

¿ENTRE QUÉ FUERZAS POLÍTICAS UN GOBIERNO DE COALICIÓN?


¿ENTRE QUÉ FUERZAS POLÍTICAS
 UN GOBIERNO DE COALICIÓN?
Ignacio Pinacho
20 de julio de 2006

Los resultados electorales del pasado dos de julio, emplazan a las principales fuerzas políticas a poner sobre la mesa la viabilidad de instaurar en nuestro país un gobierno de coalición. El nuevo presidente de la república tendrá que garantizar en el congreso de la unión una mayoría estable, que le permita gobernar con eficacia y con estabilidad políticas.

La pregunta sería ¿Entre qué fuerzas políticas es deseable y/o viable un gobierno de coalición? La respuesta no es sencilla. Si bosquejamos un gobierno de coalición a partir de lo que cada candidato planteó durante su campaña, nos encontraríamos con serias dificultades para hacer confluir puntos de coincidencia entre una u otra plataforma política, a pesar de que en propósitos existen acuerdos en lo fundamental.

Para no meterse a escudriñar los instrumentos que cada plataforma política plantea, es mejor analizar la posibilidad de un gobierno de coalición a partir de lo que el mandato ciudadano determinó el dos de julio: continuidad, estabilidad y cambio. Esto significa que en la plataforma de un gobierno de coalición se deben definir tanto las políticas públicas que deben mantenerse y las que deben de cambiarse. “Implica la fusión de distintas agendas, visiones y programas de acción pública en un solo proyecto, en el cual se comprometen dos o más fuerzas políticas. Implica la cesión de preferencias iniciales y el establecimiento de prioridades conjuntas.”[1]

Las experiencias internacionales nos han demostrado que los gobiernos de coalición o de cohabitación[2], se integran por los dos partidos políticos que logran la mayoría de escaños en el congreso, no siempre es así pero ha sido una regla general. Si nos remitimos a la experiencia en nuestro país, la situación fue distinta en dos casos, particularmente durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y con la coalición frustrada a inicios del gobierno de Vicente Fox. 

En el sexenio de 1988-1994, el Jefe del Ejecutivo adoptó dos líneas estratégicas de gran relevancia. Por una parte, aplicó una serie de acciones políticas y sociales que le permitieron recuperar la legitimidad que no había alcanzado en las urnas el seis de julio de 1988. Y por otra, pactó con el Partido Acción Nacional una serie de reformas constitucionales y de políticas públicas que le permitiera gobernar sin sobresaltos.

La coalición de facto entre la primera y tercera fuerza política en ese entonces, PRI y PAN respectivamente, fue viable en la medida que el partido del presidente había perdido la mayoría calificada en el congreso pero, también, en la medida que el panismo vio con buenos ojos la realización parcial de su plataforma política: reformas constitucionales de los artículos 3ro., 27 y 130; y otras reformas a leyes reglamentarias. La coalición no fue una alianza duradera y estable, pero si puntual en torno a puntos de coincidencia.

Durante el gobierno de Vicente Fox, la posibilidad de una coalición de facto, entre la primera y segunda fuerza política, se frustró en la medida que el PRI no se sostuvo en lo pactado. Tampoco el Ejecutivo Federal fue capaz de cuajar una alianza puntual con la tercera fuerza, en este caso el PRD. No obstante que el perredismo tuvo en sus manos esa posibilidad, semanas antes de la elección presidencial de julio del año 2000.

Si el Tribunal Electoral del Poder Judicial determina la presidencia de la república a favor de Felipe Calderón, ¿Quién dirá que sí a la coalición? ¿Será el PRD o será el PRI? Si el perredismo hiciese caso al mandato de las urnas tendría que ser su partido, y visto desde una óptica de izquierda esto es lo deseable. Cómo dice Roger Bartra, “Ahora es todavía más evidente que la coalición política debe ser con la izquierda. ¿Lo verá la izquierda? Espero que si, que una parte de la izquierda reconozca la necesidad de un gobierno de coalición…”[3].

Las confluencias entre izquierdas y derechas siempre han estado presentes. No es un debate nuevo. Es posible y viable. Citando los conceptos de Bobbio, el maestro Marcelo Alegre señala: “la izquierda democrática o moderada vertebra sus propuestas alrededor del valor de la igualdad, pero buscando un equilibrio con el valor de la libertad, lo que habrá de crear un espacio de coincidencia parcial con la derecha moderada o centroderecha, y un espacio de fractura con la izquierda extremista o autoritaria….”[4]

La posibilidad de una coalición gobernante entre el PAN y el PRD es necesaria, en la medida que Felipe Calderón está obligado a hacer suya parte de la plataforma social de la izquierda, y en la medida de que es imprescindible el debilitamiento de los grupos más derechistas y privilegiados de este país, que están presentes tanto en algunos sectores del PAN como del PRI. Dejar pasar esta oportunidad, como sucedió en el año 2000 con Vicente Fox, nuevamente el PRD se colocaría cómo un partido alérgico a los acuerdos, que no se asume como una izquierda democrática y plural.

Esto preocupa, en la medida que el liderazgo de López Obrador ha venido teniendo un corrimiento distante a la de una izquierda democrática. Cómo dice el Profesor Roger Bartra: “Desgraciadamente, una parte importante de la izquierda ha dado un giro conservador y le presenta la espalda a la nueva condición democrática... Las fuerzas políticas impulsadas por el EZLN y las que encabeza López Obrador han auspiciado una reacción contra la cristalización de la democracia. En lugar de fomentar la expansión de una cultura democrática, estas fuerzas han contribuido -cada una a su manera- a la expansión de las viejas expresiones dogmáticas, nacionalistas, populistas, paternalistas y autoritarias que se identifican con el extinto bloque socialista y con la larga dictadura del PRI.”[5]

Si la izquierda no asume su responsabilidad histórica y no aprovecha su capital político conquistado, la tercera fuerza política en el Congreso de la Unión (PRI), seguramente no desaprovechará las condiciones de convertirse en el partido bisagra y pivote para pactar una coalición de facto con el Partido Acción Nacional. El grado de confrontación política generado por el obradorismo en la última etapa del proceso electoral, está colocando al viejo priísmo como la fuerza política con la cual el nuevo gobierno tendría que pactar; mientras que el perredismo se vería marginado, una vez más, de la posibilidad de convertirse en una opción capaz de cogobernar en una sociedad diversa y plural.
  


[1] María Amparo Casar. Pronostican Coalición. Enfoque REFORMA 16 de julio de 2006.
[2] A diferencia de los regimenes políticos semi-presidenciales o parlamentarios, dónde las coaliciones gobernantes es producto natural del diseño constitucional, en los regimenes presidenciales como el nuestro, las coaliciones gobernantes son de facto y la mayor parte de ellas no son duraderas.
3 Entrevista a Roger Bartra. Domesticar a los políticos. Enfoque REFORMA 16 de julio de 2006.
[4] Bobbio: Derecho, Igualdad y Democracia. WWW.escenariosalternativos.org
[5] La Responsabilidad Moral de la Transición. Pág. 27. Roger Bartra. Revista NEXOS 336.

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